DIARIO LA RAZÓN (24 de julio de 2002)
«Exiliados» por el nacionalismo y por Eta
Desde el año 1985, al menos 200.000 vascos como el catedrático Francisco Llera han abandonado la comunidad por la presión de la banda y el nacionalismo Uno de cada diez afirma que haría lo mismo si pudiese
Francisco Llera, profesor de historia en la Universidad del País Vasco (UPV), ha sido el último en engrosar una lista tristemente interminable, la de los que no pueden resistir más el acoso, la persecución del nacionalismo más reaccionario y violento y han tenido que abandonar su tierra natal. Como él, desde el año 1985, 200.000 vascos, conocidos y no tan famosos, se han tenido que marchar de la tierra que los ha visto nacer pero que, muy posiblemente, no los verá envejecer y morir. Porque de eso es precisamente de lo que huyen: de una muerte casi segura a manos de aquellos que no respetan las ideas no nacionalistas más radicales. Y la sangría seguirá: uno de cada diez vascos se iría si pudiese de su tierra.
R. L. Vargas - Madrid.-
Cada día, en algún pequeño
pueblo de Álava, o en alguna de las ciudades industriales de Vizcaya o Guipúzcoa,
una familia, una persona, hace las maletas para no volver jamás a la tierra que
le vio nacer. No se van en busca de trabajo, o porque el húmedo clima del norte
agrave los problemas de sus reumáticas articulaciones. Se van, sencillamente,
para poder seguir viviendo, para no acabar pagando con su propia existencia el
tributo de no pertenecer a la «tribu» de los nacionalistas más violentos, de
los acólitos de Eta. De la propia banda, en una palabra.
El mecanismo de esta «limpieza étnica» es casi un ritual
para las víctimas: se empieza con insultos, pintadas, vacio de los vecinos; y
se acaba con un coche calcinado, un «cóctel molotov» en casa o, en el peor de
los casos, en una lista de un «comando». Sólo queda la marcha.
El último «famoso» en marcharse ha sido Francisco Llera,
director del Euskobarómetro y profesor en la Universidad del País Vasco, para
quien dar clases se había convertido en un verdadero suplicio. «Me empujan los
más zafios del país, los matones del pueblo», dice.
El enemigo en casa
Los zafios de los que
habla Francisco Llera son «los chicos de la gasolina» de Javier Arzallus, los
muchachos de la ilegalizada Segi que, con el tiempo, se integran en los «comandos»
de Eta pero que, de momento, cumplen otras labores. «Es muy duro saber que en
tu lugar de trabajo hay alguien que está pasando información para atentar, es
decir, que tienes al fascismo en casa, en la puerta de al lado», declaraba José
María Portillo. Profesor en la UPV, Portillo también se vio obligado, como
Llera, a marcharse. De eso hace dos años. «Prefiero no dar facilidades a nadie
para que me quite de enmedio», explicaba.
El ámbito de la docencia se ha visto duramente castigado por
estos exilios forzosos en los últimos años. Desde el atentado contra la
profesora Edurne Uriarte en diciembre de 2000, al menos seis docentes se han
marchado del País Vasco. Antes que Portillo y que esta media docena de
profesores, Mikel Azurmendi había emprendido la marcha. Azurmendi, militante de
Eta en los años 60 y que había votado en contra de la Constitución y del
Estatuto vasco por entender que «había fuerza para exigir más», no pudo más
el 15 de agosto de 2000. Aquel día, un atentado frustrado contra su vivienda le
decidió a adelantar la marcha a EE UU que ya estaba meditando «por la
insoportable presión» que tenía que vivir a diario. «El clima irrespirable
que se vive aquí ayuda mucho a tomar la decisión a los que no somos
nacionalistas. Nos hace la vida imposible». Azurmendi regreso pasado un tiempo,
pero no al País Vasco.
A Jon Juaristi su nombramiento como director de la Biblioteca
Nacional en 1999 le llevó a un «exilio interior» en Madrid, justo cuando tenía
las maletas preparadas para irse a Estados Unidos. Aunque el actual director del
Instituto Cervantes no se sienta como un exiliado. «Madrid no es el exilio
porque toda España es mi país», ha declarado.
El cantautor Imanol
Nadie en el País Vasco
está a salvo de convertirse en víctima de la presión filoetarra y de sucumbir
a la misma, sea cual sea su profesión. El ejemplo, el cantautor Imanol, quien
también tuvo que hacer las maletas hace dos años. Imanol había recibido «fuertes
amenazas» en 1989. Pero entonces pensó que merecía la pena luchar, aguantar
en su tierra. Hasta que no pudo más. «Hace tiempo que estaba más fuera de
Euskadi que dentro», reconoció el día que anunció su marcha.
Los cuatro casos relatados no pueden ocultar la realidad de
cientos de miles de ciudadanos vascos anónimos que, durante los últimos años,
han tenido que optar por la misma opción que los anteriores. Desde 1985, al
menos 200.000 han tenido que seguir el camino del exilio. Y uno de cada diez,
según recientes estudios, estarían dispuestos a hacer lo mismo y prolongar la
sangría. «Todos los días se marcha gente del País Vasco por el mismo motivo»,
reconocía ayer apesadumbrado el filósofo y escritor Fernando Savater, que
lamentaba que el ambiente en el País Vasco cada día se está volviendo «más
homogéneo y más totalitario». Todos los días, dijo, hay personas anónimas
que deciden abandonar la comunidad porque no soportan las «coces» que reciben
de forma permanente. Sin embargo, no todos pueden escapar. «Cada uno tiene una
situación familiar y personal diferente». Para desgracia de muchos.
Indignación y comprensión por la marcha de Llera
La marcha de Francisco Llera del País Vasco motivó ayer un verdadero torrente de reacciones denunciando la situación que viven los no nacionalistas que residen en esta comunidad. Para la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT), el caso de Llera es especial, al tratarse de una persona muy conocida por el «extraordinario» trabajo que realiza en el País Vasco. «Desgraciadamente, no solamente es él, también son muchas personas anónimas. De nuevo se nos va uno más. Toda la sociedad está amenazada», reconocieron fuentes de la asociación, que añadieron que en el País Vasco «las familias tienen amenazas en las escuelas y los mercados, no sólo en las instituciones. Es toda una sociedad la que está amenazada».