DIARIO EL MUNDO (25 de julio de 2002)
Presión
del Gobierno vasco a Blázquez
Hace
meses que intenta que el obispo cambie de parroquia a Larrinaga
JOSE
MANUEL VIDAL
MADRID.- Hace meses que
el Gobierno vasco presiona a Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao, para que «remueva»
(cambie de parroquia) o conceda un año sabático al párroco de Maruri, Jaime
Larrinaga.La razón oficial esgrimida es que «ya lleva 33 años en el mismo
pueblo y está produciendo división entre sus feligreses».
Según fuentes del
clero vizcaíno, el obispo «no se ha plegado a las presiones», aunque desde el
obispado se le sugirió al sacerdote la posibilidad de un traslado, cosa que él
nunca quiso aceptar.
El caso de Larrinaga
escenifica la división del clero vasco y vizcaíno. Por una parte, el no
nacionalista solicita que, en ausencia del obispo (que participa, junto al Papa
en la Jornada Mundial de la Juventud que se está celebrando en Toronto), el
obispo auxiliar, monseñor Echenagusia, el vicario general o el vicario
territorial «se solidaricen con Larrinaga y, sobre todo, que denuncien la
maniobra intolerable del Ayuntamiento de Maruri».
Por otra parte, los
curas nacionalistas, la inmensa mayoría del clero de Vizcaya, dicen que «le
está bien empleado por haber ido siempre por su cuenta». De hecho, estos
mismos sacerdotes aseguran que Larrinaga va a seguir siendo presionado para que
acepte un año sabático o un cambio de parroquia. «Es lo mejor que podía
hacer tanto para él como para todos nosotros», añaden.
Uno de los
representantes más cualificados del sector no nacionalista, el prestigioso teólogo
de la Universidad de Deusto, Rafael Aguirre, asegura que es «absolutamente
inadmisible e intolerable una carta del ayuntamiento en esos términos, sobre
todo porque un gesto de ese tipo es peligroso en el País Vasco».
Rafael Aguirre pide
también «un mínimo de solidaridad» con Larrinaga por parte del Obispado de
Bilbao, aunque teme que «no lo hagan».«Y no se trata» -explica- «de
corporativismo, de curas defendiendo a un cura, sino de la defensa de un vecino
que recibe esa carta tan peligrosa que le coloca en el disparadero».
PRESION RADICAL / El silencio de
monseñor Blázquez contrasta con el apoyo que Jaime Larrinaga ha recibido desde
el Gobierno y los partidos políticos / El sacerdote de Maruri reitera que
permanecerá al frente de su parroquia
El
obispo de Bilbao no tiene «nada que decir» sobre su párroco escoltado
RUBEN
AMON / JOSEAN IZARRA
ROMA/BILBAO.- El obispo
de Bilbao, monseñor Blázquez, no tuvo ayer nada que decir cuando fue requerida
su opinión sobre el hecho de que el sacerdote vizcaíno Jaime Larrinaga se haya
convertido en el primer párroco vasco escoltado. El silencio de Blázquez
contrastó con el apoyo recibido por Larrinaga desde el Gobierno y desde varios
partidos políticos, y con las manifestaciones del portavoz del Gobierno vasco,
Josu Jon Imaz, de su «compromiso en la protección de todas las personas
amenazadas».
Larrinaga, que reiteró
su decisión de permanecer al frente de su parroquia en el pueblo de Maruri,
reconoció que le duele que nadie del obispado le haya llamado desde que lleva
escolta. «Es una cosa kafkiana. Yo ya era limitado y me encuentro con que el
mundo es totalmente irracional», dijo.
Blázquez respondió
ayer con su silencio después de hacerse público que un sacerdote no
nacionalista cuenta desde el pasado fin de semana con una protección
individualizada. EL MUNDO consiguió localizar a monseñor Blázquez, a través
de una llamada telefónica realizada a las 11.20 horas de la mañana de ayer, en
el hotel de Toronto en el que se aloja durante su participación en la Jornada
Mundial de la Juventud:
EL MUNDO.- Monseñor,
¿qué impresión le ha producido la noticia del primer sacerdote vasco al que
se le asigna un escolta?
Blázquez.- Mire, no
tengo nada que decir al respecto. No tengo nada que comentar, no es el momento.
EL MUNDO.- ¿Pero no
cree que se trata de una situación muy grave?
Blázquez.- Yo he
venido a Toronto para estar con los jóvenes en esta jornada mundial. Nada más.
No voy a hablar de otra cosa.
EL MUNDO.- Pero en
España se espera un posicionamiento de la Iglesia vasca.
Blázquez.- (Unos
segundos de silencio) Gracias, adiós. (A continuación, cuelga el teléfono).
Sin embargo, la
novedad de que un sacerdote cuente con un agente de seguridad provocó ayer la
casi unánime reacción política y social de apoyo al párroco de Maruri. El
Gobierno central, a través de su vicepresidente primero y de dos ministros,
manifestó ayer su respaldo a Larrinaga y lamentó la existencia de una «dictadura»
en el País Vasco que obliga a muchos ciudadanos a marcharse ante el miedo a ser
asesinados. Javier Arenas, ministro de Administraciones Públicas, instó, además,
a la Conferencia Episcopal a dar «un respaldo absoluto a Larrinaga».«Espero
que le respalden plenamente porque tiene que vivir en unas condiciones distintas
a otros sacerdotes que tienen otras ideas», insistió Arenas.
«Presión»
«En el País Vasco hay una dictadura y eso es un
hecho objetivo», explicó ayer Mariano Rajoy en una entrevista a RNE. El
vicepresidente y portavoz del Ejecutivo central responsabilizó de la existencia
de una «presión evidente» a ETA, a SEGI (las juventudes de Batasuna), a la
violencia callejera y a algunos sectores del nacionalismo que gobierna en las
instituciones vascas. Rajoy advirtió de la «enorme responsabilidad de los que
se llaman a sí mismos nacionalistas moderados que llevan 20 asumiendo la
responsabilidad de gobernar en el País Vasco». Sus críticas hacia el
Ejecutivo de Ibarretxe y hacia el PNV fueron más allá: «Puede intentar
detener comandos de ETA, pero no hace nada contra el entorno. Antes al
contrario, tiene comportamientos que contribuyen a generar más tensión».
Mientras tanto, Jaime Larrinaga reiteró su compromiso de continuar en Maruri y no ceder ante las presiones. «Me he sentido totalmente desprotegido y solicité ayuda, protección», señaló. Larrinaga se mostró convencido de que la decisión del Consistorio vizcaíno de elaborar un comunicado contra él se realizó «por órdenes de arriba, de los altos mandos del nacionalismo» porque lo consideran «la oveja negra dentro de la Iglesia vasca».