DIARIO ABC (04 de agosto de 2003)  

 

El párroco de Maruri dice que su oposición a ETA le ha llevado al exilio

MARURI (VIZCAYA). J. J. Saldaaña

En una iglesia abarrotada, donde faltó la jerarquía eclesiástica, el párroco afirmó que en la lucha contra el terrorismo sólo hay dos vías: «O con ellos o contra ellos»

El cura de Maruri, Jaime Larrinaga, se despidió ayer de sus feligreses reafirmando su compromiso con las víctimasde ETA y con la libertad, en una emotiva homilía sin presencia institucional ni de la jerarquía eclesiástica. En su adiós, pidió a la Iglesia vasca que evite «la imposición de modelos de sociedad determinados» y al nacionalismo democrático, que manifieste esta condición «con más claridad».

Si Ermua recordará siempre a Miguel Ángel Blanco, a Maruri, un pueblo idílico de apenas 700 vecinos, le costará olvidar el haber convertido a su párroco en símbolo de la intolerancia del nacionalismo y de la falta de libertad del País Vasco. Firme en su decisión de abandonar la que ha sido su parroquia en los últimos 36 años, Larrinaga se despidió con un emotivo «Hasta siempre». Así tituló la carta que leyó en su homilía para explicar una triste despedida, decisión que rechazó adoptar hace un año, y que sus más allegados decían comprender ante la campaña de acoso que ha ejercido el nacionalismo en su contra. Para explicar lo sucedido, hay que remontarse a la carta que el alcalde de esta localidad, Joseba Alzaga, del PNV, repartió entre los vecinos hace un año acusando al párroco de ser un «nostálgico» del franquismo por sus críticas al Plan Ibarretxe. Al sentirse en el punto de mira, el párroco solicitó escolta y, más tarde, apareció como objetivo de ETA.

Tras sufrir el acoso del autodenominado «grupo de vecinos de Maruri» y los ataques mordaces del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, esta semana anunció su decisión de abandonar la parroquia, como le había aconsejado el obispado de Bilbao -ausente ayer en su despedida- y tomarse un año sabático antes de regresar a su nuevo destino en el País Vasco, sin determinar.

En una iglesia abarrotada, Larrinaga se reafirmó en sus convicciones y aseguró que en la lucha contra el terrorismo «no hay tres o cuatro caminos» sino sólo dos: «o se está con ellos o contra ellos». Por elegir el suyo, ha sido perseguido, denunció. «Hace unos años me definí claramente contra el terrorismo, sus ayudantes, los que colaboran, etcétera... y esa ha sido una de las causas principales de mi persecución por la intolerancia», subrayó.

En la misa, que concelebró con su amigo de «El Foro El Salvador», Antonio Beristain, y con Eduardo, un párroco de Las Arenas, leyó una carta «a modo de despedida» en la que agradeció el apoyo mostrado por gran parte de la feligresía que «me ha apoyado», aunque «en privado», por «el miedo a manifestarse».

Ante la situación creada, afirmó que si es verdad que «el problema es mi persona», espero comprobar en un futuro «cambios notables» en las declaraciones institucionales de los poderes públicos «y principalmente un cambio en los hechos». También, entre los que «se oponían y se oponen a la libertad de pensamiento socio-político entre los ciudadanos».

A los representantes de la Iglesia, les instó a hacer autocrítica y analizar «con especial hincapié» la situación creada y evitar «que, en nombre de Dios, se impongan unos modelos de sociedad determinados». Subrayó que «por su bien, debería clarificar con los hechos una actitud contraria a la dignidad humana».

Desde su condición de «cesante voluntario», se dirigió con «libertad» al nacionalismo «llamado democrático» para decirle que «el calificativo democrático debe manifestarse con más claridad», ya que, en su opinión, ha «agudizado las tensiones e imaginarios conflictos».

Concluido el oficio, que se celebró en euskera y castellano, las personas que llenaban la parroquia -en su mayoría vecinos de localidades próximas, pero también amigos de Larrinaga llegados desde Zaragoza, Lugo, Cantabria o Madrid- prorrumpieron en una cerrada y larga ovación. Con lágrimas en sus ojos, el párroco de Maruri mostró su agradecimiento y expresó su deseo de que «en nuestra querida tierra haya una paz eterna». Minutos mas tarde, entre gritos de «libertad» de los asistentes, Larrinaga afirmó que el apoyo recibido hacía su despedida «más dulce».

Entre otros, acudieron a despedir al párroco Carlos Iturgaiz, Gotzone Mora y miembros de plataformas cívicas.

 

«El simple hecho de venir a la parroquia ya te marcaba»

TEXTO: J. J. S.

Sin ser un enclave del nacionalismo proetarra, en Maruri se respira la presión y el miedo que reinan en todo el País Vasco. Ayer por la mañana, pese al sol, sus calles estaban desiertas

MARURI (VIZCAYA). Maruri se convirtió ayer en muestra de la «limpieza ideológica que persigue el nacionalismo», indicó la única concejal no nacionalista del municipio, la popular Ascensión Pastor, que denunció la «intolerancia» del PNV.

Hasta la llegada de Pastor al consistorio, el PNV era el único partido con representación en este municipio, que gobierna con mayoría absoluta desde la instauración de la democracia y que no hubiera saltado a la prensa sino fuera por la «caza de brujas» que emprendió el consistorio contra su párroco tras las críticas de éste al Gobierno de Ibarretxe y a la Iglesia vasca. Maruri, situado en una colina sembrada de chalés, no tiene nada que ver, a primera vista, con pueblos emblemáticos de la izquierda abertzale. En sus calles no hay pintadas amenazantes, ni de apoyo a ETA ni tampoco carteles de presos pero, a poco que uno se fije, se aprecia «la presión y el miedo» que reina en todo el País Vasco. Ayer, eran las once de la mañana de un domingo soleado y mientras las campanas de la iglesia llamaban a misa, las calles del pueblo estaban desiertas y las ventanas cerradas.

Para la edil del PP, Ascensión Pastor, lo ocurrido con Jaime Larrinaga es fiel reflejo de lo que sucede en cualquier otro municipio vasco. «Hemos asistido a la intolerancia del nacionalismo con los que no piensan como ellos. Por un lado, estaban los que han sido siempre fieles al párroco y, por otro, los que han seguido las consignas del PNV», ya que a la vista está que «a la gente del pueblo no se le ocurre poner en marcha una campaña así de acoso contra su párroco». Para Pastor, lo ocurrido es una muestra de la «limpieza ideológica» emprendida por el nacionalismo contra todo aquel que «habla y planta cara, da igual que sea el párroco o el carnicero. Al primero se le echa y al segundo, si molesta, se le arruina el negocio».

Sin que ayer los contrarios al párroco se dejaran ver, la tristeza imperaba entre los escasos vecinos que, de forma pública, han seguido apoyando a Larrinaga y que, por ello, se han sentido amenazados. Fuera de micrófono, reconocen que con su marcha «ha vencido el nacionalismo» pero subrayan que «se ha ido por la puerta grande y no como quería el obispado, hace un año, por la puerta de atrás».

«Nos deja un poco huérfanos»

Una vecina de la localidad, que prefirió mantenerse en el anonimato, aseguró comprender la decisión del párroco, aunque «nos deja un poco huérfanos». Para ella, «la intolerancia de los que no saben compartir» ha llevado a los vecinos «a un enfrentamiento que será difícil de superar».

Otra aseguró que, a pesar de las apariencias, hay muchos vecinos que quieren a Larrinaga «y que han estado amenazados para que no se le acercaran». A ella misma llegaron a advertirle en una ocasión: «Mucho cuidado, que te juegas la vida», ya que «el hecho de venir a la parroquia te marcaba». Para esta mujer, sin embargo, quedarse en casa «era no poder vivir con dignidad ante lo que le estaban haciendo».