LA INCREÍBLE HISTORIA DEL DETECTOR DE BOMBAS LAPA 
        En el mercado costaría unas 3.000 pesetas. Su eficacia fue
        refrendada por los técnicos en desactivación de explosivos de la
        Guardia Civil en tres pruebas, realizadas ante mandos del Cuerpo, de la
        policía y del Cesid, que comunicaron a Interior el éxito de los
        ensayos. Su finalidad: salvar vidas. Es un aparato que detecta bombas
        lapa o explosivos en los coches. Fue inventado en 1997 por un técnico
        aragonés, pero Interior no lo adquirió porque no estaba
        comercializado. 
         
        Texto:Manuel Marlasca 
        Fotos: Fabián Simón 
         
        Corría el año 1996. ETA había asesinado a Francisco Tomás y Valiente
        y a Fernando Múgica. El 4 de marzo, Ramón Doral, suboficial de la
        Policía Autónoma Vasca, vuela por los aires en Irún. Una bomba lapa
        adosada a los bajos de su vehículo destrozó el cuerpo del agente, que
        había sido responsable de la lucha antiterrorista en Guipúzcoa. Tras
        el atentado, en Aragón, T. C. A. –cuyo nombre no se desvela por
        motivos de seguridad–, un ex técnico de Telefónica acostumbrado a
        desarrollar todo tipo de sistemas, decide tratar de inventar algo que
        pueda salvar vidas humanas: “Comencé a buscar en Internet, porque me
        chocaba que no hubiese ningún sistema que detectase bombas lapa.
        Comprobé que existían algunos, pero que su coste llegaba hasta los dos
        millones de pesetas”. Y el inventor se puso manos a la obra. 
         
        Con un vetusto ordenador provisto de un procesador 386, sin ningún tipo
        de explosivo con el que hacer pruebas, comenzó a desarrollar un
        sistema. Tras un año de trabajo, armado con circuitos integrados,
        placas base, transistores y resistencias, creyó haber dado con la fórmula.
        “Me puse muy contento, en esa época ETA estaba asesinando a muchos
        concejales y funcionarios de prisiones”. 
         
        En febrero de 1997, T. C. A. decidió establecer un primer contacto con
        el Ministerio del Interior. Tras unas cuantas llamadas, logró acceder
        hasta el entonces secretario de Estado para la Seguridad, Ricardo Martí
        Fluxá. “Me llamó y me dijo que acudiese a un cuartel de la Guardia
        Civil para realizar una primera prueba, en la que estarían presentes
        algunos agentes de los Tedax”. Y así, en el mes de marzo de 1997, en
        un cuartel de Zaragoza, se probó por primera vez el detector de bombas
        lapa, que fue instalado en el vehículo del inventor. 
         
        Un detector eficaz 
        Un capitán de la Unidad de Información de la Guardia Civil realizó un
        informe, elevado al Ministerio del Interior, en el que se afirmaba que
        el prototipo había funcionado perfectamente en ese primer ensayo. Los técnicos
        del Ministerio del Interior debieron quedar impresionados por la
        eficacia del detector, porque poco después emplazaron a su inventor
        nuevamente en un cuartel para realizar una segunda prueba, que se llevó
        a cabo el 17 de abril de 1997, en presencia de un oficial de los Tedax
        procedente de la base central de los especialistas de la Guardia Civil
        en desactivación de explosivos, ubicada en Valdemoro (Madrid). En esta
        segunda prueba, los agentes tomaron fotografías de los lugares en los
        que colocaron los artefactos. 
         
        El ensayo también resultó altamente satisfactorio y durante su
        realización los agentes de la Guardia Civil hicieron todo tipo de
        ensayos para comprobar que el detector no avisaba de falsas alarmas.
        Para ello, golpearon el coche, lo levantaron con un gato, lo mojaron,
        dejaron objetos bajo el vehículo... Pero el detector no dio una sola
        falsa alarma. El 30 de abril de 1997, el inventor viajó hasta Madrid
        para entrevistarse con Francisco Manuel Salazar-Simpson, director
        general de Infraestructuras y Material de Seguridad del Ministerio del
        Interior, y con Pilar Cintora, subdirectora general de Planificación y
        Medios Materiales de la Dirección General de Administración de la
        Seguridad. El viaje corrió a cargo de Interior, cuyos mandos se
        mostraron muy interesados por conocer más detalles del detector.
        “Pensé en sacar bastante dinero, porque sabía que los clientes
        potenciales eran muchos”, señala el inventor, al que le manifestaron
        que había que hacer una tercera y definitiva prueba del sistema antes
        de adquirirlo. “Yo les dije que hasta aquí podía llegar yo, que no
        podía fabricar prototipos operativos porque no tenía un duro. Me
        dijeron que no me preocupase, pero que, de cara a la galería, había
        que hacer otro ensayo con la presencia de mandos del Ejército, la
        Guardia Civil, la policía y el Cesid”. 
         
        Así, el coronel Isaías Alonso Vega, responsable de los Tedax de la
        Guardia Civil, remitió una carta al inventor en la que le citaba para
        el 20 de mayo en la sede del servicio, en Valdemoro (Madrid). En la
        misiva se señala textualmente que “como quiera que las pruebas que de
        su sistema detector de lapas-bomba presenció personal de este Servicio
        en Zaragoza resultaron en principio satisfactorias (...) nos será muy
        grato recibirle en estas instalaciones, al objeto de presenciar una
        nueva demostración definitiva”. En ese momento, los responsables del
        Partido Popular de la ciudad en la que residía el inventor se pusieron
        en contacto con él, interesándose por el aparato. Un concejal y el
        delegado de Seguridad Exterior del partido llegaron a pedir precio por
        el invento. “Les dije que para hacer 300 prototipos operativos
        necesitaba unos seis millones de pesetas, porque cada unidad saldría,
        en esta fase del proceso, previa a la fabricación en cadena, a unas
        20.000 pesetas”. El interés del PP llegó hasta el extremo de que al
        inventor se le dieron dos millones de pesetas en concepto de adelanto,
        dinero con el que se costeó un equipo informático nuevo y liquidó
        viejas deudas de alquiler de su casa, recibos de luz, etcétera. 
         
        Pruebas satisfactorias 
        La tercera y última prueba se hizo el 20 de mayo de 1997 en las
        instalaciones de los Tedax en Valdemoro (Madrid). A ella acudieron
        mandos de la Guardia Civil, la policía, el Ejército y el Cesid. Para
        asegurarse de que el detector no tenía truco, los especialistas en
        desactivación de explosivos pusieron en marcha un inhibidor de
        frecuencias, por si el inventor manipulaba de alguna manera el sistema.
        Por tercera vez, el dispositivo funcionó, hasta el punto de que el
        coronel jefe de los Tedax, Isaías Alonso Vega, elevó un informe al
        Ministerio del Interior en el que detallaba las excelencias del
        detector. A partir de ese momento, todos los contactos del inventor con
        Interior fueron por teléfono con Pilar Cintora, que manifestó a
        interviú: “Yo derivaba siempre este tema a la Secretaría de Estado
        para la Seguridad, no sé nada más del tema que una conversación telefónica
        que mantuve con ese señor”. 
         
        El creador recibió una carta en la que se le autorizaba a entrar en
        dependencias de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como
        en Instituciones Penitenciarias, para instalar el sistema en los coches
        de los funcionarios “que voluntariamente lo adquiriesen”. En esa
        misiva, firmada por Pablo Martín Alonso, director del Gabinete de
        Coordinación y Estudios de Interior, se detallaba que “corresponde al
        solicitante la promoción, fabricación y comercialización del sistema
        en la forma que considere oportuno”. Es decir, el ministerio dejaba
        todo en manos del inventor, pero “no tenía dinero para fabricar, ni
        para comercializar. Por eso les dije que se lo regalaba, que viniesen técnicos
        de los Tedax y yo les explicaba cómo funcionaba. Y así, hasta hoy, sin
        recibir una respuesta”. El inventor envió a Presidencia del Gobierno
        varias misivas contando lo ocurrido y colgó una página en Internet,
        pero no hubo más respuestas. Tan sólo la visita de alguna empresa de
        seguridad interesándose: “Yo puse como condición que no se podía
        vender al público por más de 35.000 pesetas, y no llegamos a un
        acuerdo”. Interior no volvió a llamar, pero sí que contactó con él
        la revista proetarra Ardi Beltza. “Me asusté mucho, tengo familia y
        maldije el día en el que inventé el aparato, que sólo me ha traído
        problemas”. 
         
        El 27 de octubre de 2000, el inventor se puso en contacto con Juan
        Alberto Belloch, ex ministro de Justicia e Interior, para contarle su
        increíble peripecia y la del aparato de su invención. Belloch le
        atendió y envió un dossier al subdirector general de Operaciones de la
        Guardia Civil, acompañado de una carta en la que le dice: “Supongo
        que habrá motivos razonables que expliquen el que no se haya hecho tal
        iniciativa, pero comprenderás que yo me quede mucho más tranquilo
        transmitiéndote el dossier y conociendo tu opinión sobre el tema. Tal
        como están los tiempos, no hacerlo podría ser poco responsable”. Interviú
        trató de recabar en el Ministerio del Interior los “motivos
        razonables” a los que aludía Belloch en su misiva. Según un portavoz
        del citado departamento, “el ministerio es un organismo público que
        se ve obligado a cumplir la Ley de Contratos del Estado y que, por lo
        tanto, no puede patentar ni comercializar ni fabricar nada, sólo
        comprar, y a entidades que deben cumplir una serie de requisitos, nunca
        a un particular”. El citado portavoz señala: “Ofertas como ésta
        llegan todos los días al ministerio y a todas se les da el mismo curso.
        En este caso, además, hubo la mejor voluntad por parte del ministerio,
        que realizó tres pruebas, en las que el inventor no nos dijo las
        especificaciones ni nos dejó ver en detalle el detector”. 
         
        El prototipo del detector de bombas lapa reposa ahora en un armario del
        inventor. Es capaz de avisar de la presencia de explosivos tan dispares
        como la dinamita y el C4. Detecta el artefacto independientemente de cuál
        sea el tipo de fijación y el lugar donde se coloque; su instalación
        lleva menos de una hora y su coste para el público sería de unas 3.000
        pesetas. “Ahora ya no lo regalaría; que vengan si les interesa y
        pondré precio”, señala amargamente su inventor. Cuatro años después
        del invento de T. C. A., la empresa española Speaker Cars, de Leganés
        (Madrid), confirma a través de un portavoz que están en tratos con
        Interior, sin dar más detalles. El aparato de Speaker Cars es también
        del tamaño de una cajetilla de tabaco, su precio rondaría las 130.000
        pesetas y se compone de una alarma con tres sensores, una centralita
        electrónica y un mando a distancia. 
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