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Título: "ZANTZOA" Fecha: 17/07/02
Autor: Angelberto Hora: 13,12
 

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O “irrintzi”, que para el caso es lo mismo. 

¿Se imaginan ustedes a un señor de nuestro tiempo, ya mayor,
algo rechoncho, indiscutiblemente racista y un poco jesuita,
bajando con un trotecillo pedestre por los verdes montes del
País Vasco y lanzando el grito de guerra de los “gudaris”,
mientras a lo lejos suenan los ruidos monótonos y
ancestrales de la “txalaparta”?. 

Pues no sé si ustedes se lo imaginarán, pero la verdad es
que a mí me parece estar viéndolo en cinemascope y
eastmancolor. 

En el cine de mi imaginación le veo detrás -siempre detrás,
por supuesto- de los jovenzuelos atolondrados que, en vez de
chicos de la gasolina, por fin se han convertido en
“gudaris” uniformados con fusiles automáticos en sus manos
dispuestos para ser disparados. 

Le veo dándoles gritos de ánimo igual que en su tiempo
también lo hizo Elías Gallastegui con sus “mendigoxales”,
cuando les llevaba al monte para enseñarles cómo había que
luchar contra todos aquellos que no aceptaban el
nacionalismo vasco como doctrina. Le veo dirigiéndose a los
jovenzuelos estúpidos de los cócteles molotov para comerles
el coco por activa y por pasiva con modernos sistemas de
comunicación que hoy en día están muy lejos del “Jagi-Jagi”
utilizado por el pobre Elías “Gudari”, el cual, por cierto,
no sé qué diría si levantase la cabeza y viese que estamos
en el siglo XXI y las cosas no han mejorado gran cosa para
su causa. Y también veo a nuestro señor, el rechoncho
jesuítico, sintiéndose una mezcla de mesías en domingo de
resurrección y de Sabino Arana y Santiago de Meabe juntos,
convencido de que -esta vez sí- conseguirá por la fuerza la
independencia de Euskal Herria. 

Así le veo. Y si así le veo es porque eso es lo que este
individuo me transmite cada vez que le oigo hablar. 

No me cabe ninguna duda de que tanto Sabino Arana como
Santiago de Meabe se sentirían orgullosos de tener un
“descendiente” tan exquisitamente odiador y tan
intrínsecamente cruel. Lo que se me hace raro es que este
personaje no esté escribiendo en algún medio de comunicación
con un seudónimo violento, igual que hacía Meabe cuando
firmaba como “Geyme” en el semanario del PNV “Aberri”, del
que era director. Y sin duda parecerá tener razón el que
diga que “Geyme” no es un seudónimo violento, pero es que
hay que interpretar lo que el amigo peneuvista Santiago de
Meabe quería decir con esa palabreja. Atiendan ustedes:
“Gora Euskadi Y Muera España”, éste es el significado de las
siglas “Geyme”. Como se puede comprobar, así de violentos
eran ya los nacionalistas del PNV a principios del siglo
pasado. 

Pero continuemos con el tema central de esta película y
volvamos a nuestro rechoncho protagonista, que, les
recuerdo, bajaba al trotecillo pedestre por los verdes
montes del País Vasco lanzando ancestrales gritos de guerra. 

Le veo dirigiéndose de nuevo a los subnormales de la
gasolina (ahora de los cetme), para azuzarles con las
“batallitas” que Sabino contaba a su manera en el libro
“Bizcaya por su independencia”, y le veo explicándoles lo
bien que mataba el Cura Santa Cruz a los “azurbeltzak” o
“huesos negros”, que es como los nacionalistas llamaban a
los demócratas de entonces. También le veo convenciendo a
los ahora temblorosos cobardes de la gasolina, de que tienen
el privilegio de ser auténticos “jatorras”, verdaderos
purasangre que, sin duda alguna, pertenecen a una raza
superior. Le veo asegurándoles que el no-nacionalista es el
enemigo, el “otso beltza”, el lobo negro, el animal extraño
“belarrimotzari” de orejas cortas que hay que exterminar. Le
veo haciendo cantar a los retrasados de la gasolina el
“Batasuna” del nacionalista Telesforo Monzón, siempre
acompañados por el monocorde “tac, tac, tac, tac...” de la
“txalaparta”. 

Le veo. Ciertamente le veo. 

Le veo afirmando que los vascos que no quieren someterse al
sacrosanto nacionalismo son repelentes “zipayos”, a los que
también hay que pasar por las armas. Le veo convenciéndoles
de que Euskal Herria llega hasta el mismísimo Pilar de
Zaragoza y hasta Asturias, y que una buena parte de
Castilla, toda Navarra y toda La Rioja también es Euskal
Herria, porque lo dijo el nacionalista vasco Federico
Krutwig en su libro “Vasconia”. Y veo a una buena parte de
los “gudaris” de pacotilla con los cetme en las manos, y
pendientes en las orejas, y “piercings” en la lengua, labios
y/o nariz, y con el pelo largo, por supuesto con el pelo
largo, porque como ya dijo el cura párroco de Jemein, Juan
Antonio Moguel, los barberos no hacían nada útil por el
nacionalismo vasco. 

Le veo sintiéndose protagonista del “Amaya” de Francisco
Navarro Villoslada, con la jesuítica cruz a cuestas echando
a espadazos a los “invasores” de España, perdón, digo, de
Euskal Herria, como si fuesen odiosos moros u odiados
judíos, razas ambas consideradas desde antiguo enemigas del
vasquismo puro. Y le veo gritando “¡Gora JEL!” “¡Gora JEL!”,
pretendiendo que los ignorantes de la gasolina entiendan que
la razón de ser del nacionalismo vasco es Dios y las
antiguas leyes, exactamente igual que sucedía en el
Afganistán de los talibanes. 

Y también veo a los miedosos de la gasolina comprendiendo
por fin lo jodido que es disparar... ¡y que te disparen!. Y
les veo temblar porque ellos no estaban acostumbrados a eso,
y les veo recular, y les veo morir, y les veo tirar sus
armas y correr, y les veo cagarse por las patas abajo
mientras el verde monte por donde trotaba el rechoncho
jesuítico se llena de un insoportable hedor, hedor a miedo,
hedor a cobardía, hedor a mierda... 

Y el rechoncho jesuítico empieza a ver la cosa complicada y
por primera vez se pone al frente de las tropas de
“gudaris”, pero no porque su valor le haga dar la cara sino
porque huyen como conejos asustados y las posiciones se han
invertido. Y a la vez que corren con el mismo desenfreno que
alborotados basiliscos, sus estrechas mentes van
comprendiendo por fin eso que yo he dicho muchas veces, de
que los nacionalistas vascos son pocos, débiles, estúpidos y
cobardes (y que conste que no insulto, simplemente defino).

Y veo la verde campiña vasca tapizada por los cientos de
“ikurriñas” que los “gudaris” asustados han ido tirando para
poder correr más. “Ikurriñas” de moderno diseño sabiniano,
inspiradas en la bandera de un barco británico que Sabino
vio una vez en un cuadro y repintó a su gusto hortera. ¿Y
por qué tantas “ikurriñas”?, pues porque los nacionalistas
vascos siempre llevan consigo una, más o menos grande, para
demostrar lo vascos que son, aunque a decir verdad, cuando
las cosas se ponen mal, eso es lo primero que tiran al suelo
para salvar la vida. Y, después, y ya libres de la batalla
perdida, los “zantzoa” y los “irrintzi” se suavizarán
tornándose en serviles risitas o, si acaso, sólo se usarán
para lanzarlos en las fiestas populares como muestra de
alegría y no de odio. 

Y de este modo, y con toda claridad, veo lo que podría
suceder en el País Vasco si los nacionalistas se empeñan en
declarar la guerra al Estado español, porque supongo que eso
es lo que en un futuro querrán hacer, ya que ellos saben
perfectamente que por las buenas no van a conseguir desgajar
una parte de España, y también saben que con el terrorismo
todavía menos, entonces ¿qué les queda?, pues muy fácil, una
declaración formal de guerra y... ganarla. Y a partir de ese
momento los nacionalistas vascos se acordarían de la
ridículamente extensa "Vasconia" de Krutwig y podrían
disfrutar sometiendo al resto de los vascos, navarros,
cántabros, riojanos, castellanos y aragoneses, y podrían ser
dueños de Zaragoza y llamar a la Virgen del Pilar “Ama
Birjina”, y apoderarse de Navarra, y de Cantabria, y de La
Rioja, y de Burgos, y de Soria, y si pueden, de España
entera, porque ganando guerras es como se han establecido
siempre las fronteras en el mundo, salvo que haya habido
acuerdos pacíficos, y, evidentemente, en este caso ni hay
acuerdos ni hay paz. 

Y fuera ya del cinematográfico relato, la pregunta es: Si
los nacionalistas vascos declarasen la guerra al Estado
español, ¿la ganarían para poder imponer sus fronteras?. 

Y para terminar diré que ésta es la película de mi
particular visión del pasado, presente y futuro del País
Vasco, siempre que los nacionalistas se empeñen en mantener
sus aspiraciones secesionistas a base de un despreciable
terror fascista que incluso impide a los vascos
no-nacionalistas presentarse a las elecciones democráticas. 

Mi mejor consejo -aunque no sea nadie para darlos- es que
los nacionalistas vascos se vayan olvidando de los “zantzoa”
violentos y que traten de aprender algo del caballeroso,
culto e inteligente nacionalismo catalán. 

Nos irían mejor las cosas a todos, de verdad. Al fin y al
cabo todos somos Europa... Vamos, digo yo. ¿O quizá los
nacionalistas vascos no?. 

“Zantzoa” a estas alturas... ¡Qué tontería!.

-- 
Angelberto.~¬¬¬¬¬¬¬*


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