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Título: ADMIRO TU CULTURA Fecha: 01/06/03
Autor: Iñaki Hora: 12,22

 

Y tu la mia?

El euskera en los siglos altomedievales
Roldán Jimeno Aranguren

Durante los siglos altomedievales Vasconia se muestra heterogénea en lo político y en lo eclesiástico, aunque partía de un mismo sedimento cultural, para cuyo análisis carecemos de fuentes propias fidedignas, como ya lo recordó J.M. Lacarra, viéndonos en la necesidad de tener que acudir a fuentes narrativas escritas por gentes foráneas, nula o escasamente conocedoras de la cultura, concretamente de la lengua, y de la vida en el interior del país.

Un pueblo de bárbaro lenguaje
El clérigo francés Aimeric Picaud elaboraba hacia el año 1139 el quinto libro del Liber Sancti Jacobi, una guía para los peregrinos franceses que seguían el Camino de Santiago. Esta obra, reflejo de su experiencia personal y erudito saber, describía el tránsito del peregrino de Parthenay-le-Vieux por las tierras de habla vasca hacia 1132. Su relato describe los atropellos a los que eran sometidos los peregrinos por los lugareños de ambas vertientes del Pirineo, fruto sin duda de la paupérrima economía de la región, y las escenas rudas y poco ortodoxas, comunes por otra parte a toda la sociedad rural de la época. Aquellas gentes de lengua bárbara, es decir, no románica, eran parecidos en todo, salvo en el color de la piel, más clara en los vascli del norte, a diferencia de los navarri del sur. Los navarros mantenían rasgos morales depravados en algunas de sus regiones como Bizkaia y Álava. Picaud, además de describir una realidad étnico-cultural, mostraba una diferenciación social del territorio, tornándose sus palabras en halagos al referirse a los núcleos burgueses francos insertados entre los navarros. Esta percepción foránea recogía el temprano etnónimo de Nabarrus o Navarrus, dándole un significado social equivalente al arator, tal y como lo percibieron sutilmente los analistas carolingios a finales del siglo VIII.

A mediados de la siguiente centuria aquella realidad social de los navarri se refería también a su universo lingüístico, como lo reflejan los dos duces Navarrorum que comparecieron ante Carlos el Calvo y que representarían a pamploneses y gascones de análoga base socio-lingüística. La acepción francesa [terra] Navarra acabó como indicador del espacio político pamplonés, pasando el corónimo hacia finales del siglo XI al territorio controlado por la monarquía y los obispos de Pamplona, donde hacia 1162 y bajo Sancho el Sabio se adoptaría como denominación definitiva del reino. El carácter étnico-social y lingüístico de los habitantes de la vieja Iruñea bautizaría a su vez a la ciudad de la Navarrería, cuando ésta tuvo que diferenciarse del nuevo burgo de San Cernin a finales del siglo XI y luego de la población de San Nicolás.

Durante los siglos XII y XIII navarro equivalía a euskaldún. Lo hemos visto en Aimeric Picaud, pero la equivalencia se observa también en una concordia sobre bustalizas, en la que los jefes de los pastores de ganado son llamados en lingua navarrorum, Unamaizter et Buruzagi (1167). Durante esta época el gentilicio navarro entrañaba también connotaciones lingüísticas en textos de aforamiento de villas, algo que tendría su equivalente siglos después en el Fuero General, donde navarro y vascongado aparecerán como términos equivalentes ("Dice navarro gaizes berme; dice bascongado erret bide"). Esa misma concordancia debía subyacer en la mentalidad de algunos pobladores de la Ribera en el siglo XIII, cuando los de Peralta decían que García Elihart y Sancia Zuria -de indicadores personales eminentemente vascongados- venían de Navarra. De la misma manera, Tudela envió mensajeros a Teobaldo I, citándolos como los homes que fueron a Navarra.

Desde los "scriptoria" monásticos y regios también consideraban al euskera rusticum vocabulum (1045), lingua vulgalis (1051) o vulgare eloquium. En aquellos receptáculos de la cultura latina se desarrollaban los saberes de la cultura cristiana europeo-occidental. Por su parte, el elemento poblacional más numeroso vivía en su universo monolingüe vasco. Así lo vio el cronista musulmán, Al-Himyari, que en su descripción de la campaña de Abd al-Rahmán III contra Banbaluna (924), dibujaba un paisaje de altas montañas y valles profundos, donde habitaban gentes pobres y subalimentadas. La mayoría de ellos hablaba vasco (bashkunis), lo que les hacía incomprensibles.

En aquel siglo X emergía con fuerza el romance, heredero del latín y localizado en la zona suroccidental del reino, los cursos bajos del Ega, Arga y Aragón, y en una estrecha franja desde Cáseda hasta el entorno legerense. Esta nueva lengua fue ganando terreno a la lengua indígena hasta el siglo XIII, cuando todavía eran vascohablantes las localidades de la Valdorba hasta Carcastillo, Murillo el Fruto y Ujué.

Conviviendo con la lengua de las elites
Aquella Vasconia cristiana y monolingüe cuya lengua natural y entonces mayoritaria era el vascuence y en una pequeña porción de su territorio el romance, daba paso al bilingüismo o multilingüismo en el caso de las minorías letradas, conocedoras del latín. La lengua universal de la iglesia daría paso más adelante a los romances como lenguas de la administración y literarias. El vascuence tendría que esperar hasta el siglo XVI para que comenzara, salvo raras excepciones en anotaciones a documentos medievales y toponímicos, su andadura como lengua escrita. El latín y los romances fueron por lo tanto las lenguas del saber, de las minorías cultas y de la administración oficial, tanto civil como eclesiástica. Pero aquellos grupos también debían de conocer la lengua de los collazos y siervos. Apenas conservamos testimonios altomedievales, aunque sabemos que a partir del siglo XIII eran al parecer vascongados prelados como el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada y empleados de la corte real.

En los siglos altomedievales los focos del saber de la Europa occidental estaban circunscritos a los centros monásticos. En los cenobios de Vasconia asistimos a un aparente monolingüismo latino, convertido en bilingüismo latino-romance a partir del siglo X, aunque este panorama en modo alguno significase un desconocimiento de la lengua de la tierra que los albergaba. El mismo entorno legerense, cuna del romance navarro, muestra, a través de su documentación del siglo XII, el conocimiento de la lingua navarrorum, de cuya presencia no pueden sustraerse siquiera en voces y frases intercaladas en el texto de algunos documentos. Dos centurias atrás se escribieron en el monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja) unas frases al margen de un libro de predicación (izioqui dugu; guec ajutu ez dugu). Estas glosas, de las que se han ofrecido diferentes versiones, reflejan la existencia de una comunidad de miembros vascohablantes en este centro monástico de la órbita pamplonesa que vieron la necesidad de acompañar el texto latino del códice con su correspondiente versión romance. 

 

te dire como broche que una constitucion democratica se hace para echar a los fascistas no con ellos.

 


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