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REFLEXIONES

            ¿Nuestros nombres?, no son relevantes. ¿Las profesiones?, tampoco; son tan variopintas, que van desde obrero de una empresa hasta presidente de una Comunidad Autónoma. ¿Pero sí nos une algo?. El terrorismo y también la dejadez de las Instituciones en cuanto al reconocimiento de ser “víctima del terrorismo”. 

 ¿Si, ya se que dirán, qué tras la publicación de la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo, todos hemos sido reconocidos como tal?. ¡Pero no es así¡.  

Dicha Ley a pesar de los años que la llevábamos esperando, ha dejado un “hueco”. Sólo reconoce a aquellos que tuvieron heridas físicas, algunos con heridas superficiales, o tuvieron que ser ingresados en Centros Hospitalarios; todos los demás que sufrimos atentados directos, es decir a la persona en particular, con nombres y apellidos (artefactos incendiarios en sus viviendas, lanzamientos de cócteles contra las mismas, artefactos bajo los vehículos, quema de los mismos, etc.), y que salieron “ilesos”, es decir sin heridas “físicas”, pero que al tiempo desarrollaron otras heridas que no se ven, que “SON LAS HERIDAS DEL ALMA”, denominadas científicamente como “trastornos psicológicos”, no somos considerados “víctimas del Terrorismo”. 

A estas personas, que en un primer momento, se les indemnizó por el valor de los daños causados, si se causaron, pero que de forma reiterativa se les viene denegando ese reconocimiento de “víctima”, que la Ley, en si misma lo establece, en cuanto que en su preámbulo dice “…que quiere dar un reconocimiento MORAL a todas y cada una de las víctimas…”; pero que en su desarrollo, así como en el Decreto que la regula, se olvida de este colectivo. 

 Colectivo, al que se le esta produciendo un daño aún mayor que cuando tuvo el atentado, y que es el olvido de las Instituciones Estatales, que “…deben amparar a todos los ciudadanos…”. 

            También nos hace mucho daño, la permisibilidad que algunos Ayuntamientos, Gobierno Vasco, etc., tiene para los convocantes de actos a favor de la banda terrorista E.T.A., y en especial, hacía los homenajes que tributan a los etarras condenados por asesinatos; homenajes que se traducen en nombrarles hijos adoptivos de la localidad, poner sus  nombres a calles y plazas de la misma. 

 Ya no es solo humillar a la “víctima”, que en ocasiones tiene que convivir con este o estos individuos en el día a día también, por que ha sido elegido concejal, juntero, parlamentario, etc. 

 Si no, más grave aún, que esta “persona víctima”, sigue, independientemente de su negación como tal, desarrollando en su interior un proceso de “VICTIMIZACIÓN”, que nos lleva a replegarnos sobre nosotros mimos, con conductas evitativas, poco a poco, vamos dejando de salir de nuestros  domicilios, nos volvemos irritables, bebedores, surgen problemas en nuestros trabajos, no queremos pensar en el suceso y a la vez lo tenemos presente y lo revivimos sin darnos cuenta, etc. Y, lo que es más irritante y doloroso: ¿Cuántas familias, no se han deshechos por estas causas?. 

            ¿Nuestra pregunta es?. ¿Qué tenemos que hacer?. ¿A dónde nos tenemos que dirigir?. Si, los miembros de E.T.A., desde el primer momento en que son detenidos, tienen tras de sí, abogados, colectivos, etc., etc., que les apoyan, que les asesoran y, no solamente a ellos, también a sus familiares. Desde el principio de lo que ellos denominan “lucha armada”, ya se creó una “delegación”, para encargarse de estos temas (hace más de 30 años). 

            Nosotros hemos tenido que esperar todo este tiempo, y aún carecemos de esa “delegación” que nos ampare y nos guíe a través de los vericuetos de la Justicia, para conseguir “justicia”. 

 Aún recordamos los funerales a escondidas, a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, a los que habían salido ilesos, marchando a otras provincias, igualmente a escondidas, abandonando todo lo que poseían, marchando a peores lugares, a empresarios, deshaciéndose de lo que tanto les había constado levantar, al obrero, al funcionario, al otro y a tantos otros, igualmente “huyendo” de su tierra, abandonando lo que más hemos querido y, sin ayuda de ningún tipo, malvendiendo las pocas propiedades que pudieras tener, un piso, como mucho. Era y es una “inmigración ilegal”. Tienes que empezar de nuevo, con menos recursos materiales y con más años a tus espaldas, con una familia a la que sostener y ¿Con qué ayuda?. 

            Las Instituciones, ¿Qué pretenden?. Que tengamos que recurrir a los contenciosos, demorando el “reconocimiento” y por consiguiente alargando y cronificando esas “heridas del alma”. 

            Llegamos a pensar, que no solamente somos “víctimas del terrorismo”, desde luego no reconocidas, pero si “víctimas institucionales”, reconocidas. 

            Es demencial, consideramos, que la Ley se aprobó con demasiada rapidez, era necesaria y esperada, pero no contaron con las “víctimas del terrorismo”, al menos no con todas para su desarrollo y lo más preocupante es que quienes tienen poder de decisión sobre estos temas son burócratas, con un desconocimiento absoluto de la “penitencia”, que no vida, que arrastramos.   

            Queremos hacer constar, que no estamos en contra, ni mucho menos del reconocimiento de estas personas como “víctimas”, muy al contrario, consideramos que debería extenderse a la mayor parte de los cargos públicos del País Vasco y Navarra, que diariamente acuden a sus ayuntamientos, parlamentos, etc., con escoltas, al considerarles “víctimas potenciales”. Es difícil, muy difícil, a pesar de los esfuerzos de abstracción que  puedan realizar algunas personas, si no han vivido esta situación de acoso, desamparo y desasosiego. Por ello, insistimos en que las personas encargadas de estos reconocimientos, deberían ser “víctimas del terrorismo” o, por el contrario, dejarse aconsejar por estas personas, antes de tomar una decisión que marque una vida, ya de por sí marcada y arruinada.    

José Antonio

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