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Título: UNA OPINIÓN HETERODOXA SOBRE EL "ASUNTO" VASCO Fecha: 06/08/03
Autor: L. C. Hora: 06,58

 

          Perdonen por el atrevimiento, no soy colaborador de ningún
tipo de revistas ni periódicos y por casualidad he entrado en esta
magnífica página de Internet, he visto la buena voluntad de su
confección y el plan exhaustivo en que están tratados casi todos los
hechos a que ha dado lugar el problema vasco. No he leído todo lo que
hay escrito (Hay demasiado para poder leerlo) e ignoro si algún
colaborador ha expresado con anterioridad opiniones similares a las
mías, aunque lo dudo, puesto que mi visión sobre la problemática de los
vascos difiere notablemente de la postura oficial del gobierno, de los
periódicos y en general de todos los que, de alguna manera, opinan
sobre ello.
     En primer lugar, le diré que soy castellano viejo, tengo casi 65
años y nací admirando a los "Chicarrones del Norte", crecí
reverenciando a los maravillosos vascos y llegué a la madurez con el
convencimiento de que los vascos eran lo más noble y lucido que había
dado la península Ibérica. Baste decir que, en el colegio vizcaíno en
que estudié interno el bachillerato, en los años cincuenta, mientras
mis compañeros castellanos eran admiradores de los ciclistas Bernardo
Ruiz y F.M. Bahamontes, yo lo era de Loroño, los hermanos Barrutia,
Vidaurreta, etc. Igualmente, para mí no existía otro equipo de fútbol
que el Atlético de Bilbao. La alineación del Bilbao en 1952 es la única
que he conseguido aprender de memoria (reconozco que no soy aficionado
al fútbol).
     Terminados mis estudios, trabajé en una ingeniería elaborando
proyectos de instalaciones industriales para España y el extranjero y,
siempre que tenía opción, preveía equipos y maquinaria fabricados por
alguna empresa vasca, no sólo por simpatía, sino por demostrar en
ámbitos exteriores que en España había empresas capaces de construir
con calidad de primera.
     Cuando los etarras comenzaron a matar (El caso del teniente
Manzanas en San Sebastián, etc), pensé que sus razones tendrían para
hacerlo, que debía ser un mal elemento y todas esas cosas. Según fueron
diversificando los asesinatos y ya no parecían tan justificables las
muertes, pensé que era una minoría de perturbados, que no representaban
a nadie y demás zarandajas. Recibí un choque brutal con la realidad en
una ocasión en que había viajado con mi coche, desde Madrid a Beasain
para probar unos equipos que nos habían fabricado en una fábrica local:
Terminadas las pruebas,  salíamos de la fábrica el director, varios
técnicos y yo, para comer en un restaurante, cuando apareció un
indivíduo en un coche, con la noticia de que un etarra, no recuerdo su
nombre, había sido detenido en Madrid, llevado a la comisaría para
interrogar y, según las noticias oficiales, se había tirado por la
ventana a un patio interior y se había matado. Aquella noticia
conmocionó a todos de tal forma que sentí miedo. Comenzaron a rugir
improperios contra la policía y contra todo lo que quisieron y a mí se
me empezaron a poner los pelos de punta al ver la transformación que se
operaba en aquellos tipos, siempre tan simpaticotes, que se estaban
convirtiendo en energúmenos. Entre otras cosas, el director dijo que
era una canallada imperdonable, defenestrarlo y decir que se había
tirado, cuando todos sabían que un vasco no se suicida nunca.
Aprovechando que, al parecer, se habían olvidado de mí ,
subrepticiamente me acerqué a mi coche, lo abrí, subí y me largué a
Madrid con una sensación de desasosiego que no pueden ustedes imaginar.
     Pero unos meses después es cuando me cayó la venda de los ojos. En
las Navidades del 78 o del 80 ocurrieron en pocos días dos sucesos que
fueron para mí la clave para tomar la medida al asunto. Por un lado se
publicó la noticia de que un etarra que preparaba un artefacto
explosivo había saltado hecho pedazos por la explosión imprevista del
mismo. La noche de Reyes ametrallaron en pleno Bilbao a un joven guarda
civil y a su novia, que iban a bailar. Al parecer, fué en un lugar
bastante céntrico y aunque las heridas no eran mortales, la gente dejó
que se desangraran los dos sin acercarse a darlos auxilio, hasta que
pasó una pareja de la Guardia Civil y los encontró, ya cadáveres. El
domigo siguiente, según las noticias, en el estadio de San Mamés,
durante el descanso una voz pidió por los altavoces un minuto de
silencio en memoria del etarra que se había despanzurrado con su propia
bomba y todo el público se puso en pié respetuosamente y guardó el
minuto de silencio.
     Y entonces lo ví claro: no era un grupito de perturbados, eran
TODOS, todos los vascos los que estaban de acuerdo. Comencé a pasar
revista de mis recuerdos de niñez y juventud pro-vasca y me dí cuenta
de que, efectivamente, no hay vascos buenos y vascos malos, vascos
demócratas y vascos fascistas, sino sólamente vascos y "maketos", que somos
todos los demás. Porque los vascos son exclusivistas, como lo son los
musulmanes, los judíos, los gitanos y algunos otros grupos de gentes.
Todo el mundo sabe que los musulmanes son los "creyentes" y los demás
somos perros infieles, a quienes se puede engañar, robar o matar sin
sentir ningún remordimiento. Igualmente los judíos son los hijos de
Abraham, depositarios de las promesas de Yahvé, mientras que los demás
somos "gentiles", indignos de rozar sus vestidos. Todos conocemos el
pasaje evangélico de la mujer cananea que pedía a Jesús por la salud de
su hija y Jesús dijo: "- No es lícito tomar el pan de los hijos y
echarlo a los perros"-. Independientemente de toda la simbología que
queramos sacar, sobre la gran fe de aquella mujer, etc., el hecho es
que las palabras de Cristo no llamaron la atención de la concurrencia,
porque estaban en sintonía con lo que todos pensaban, que ellos eran
judíos y los demás "perros".
     ¿Qué decir de los gitanos? Ellos son de la raza calé, con derecho
a vivir sin trabajar, robando, engañando y, si es preciso, matando a
los "payos", que estamos en el mundo para que ellos vivan a nuestra
costa. Pues bien, los vascos son exactamente como estos citados. Ellos
son vascos y nosotros somos "maketos". Cualquier vasco, aun el más
bonachón y noblote que puedan ustedes conocer, si le ponen ante un
cuadro de mandos con dos botones, diciendo que tiene que apretar uno de
los dos, que si aprieta el derecho morirán cien mil maketos inocentes y
si aprieta el izquierdo morirá un vasco que es un criminal inútil para
la sociedad, yo aseguro que este vasco, sin duda ninguna, apretará el
botón derecho, con el convencimiento de que mejor es cualquier vasco,
por malo que sea, que todos los maketos. Esto que digo va a Misa, no
tiene vuelta de hoja y es la pura realidad. Supongo que todos
recuerdan, cuando el asesinato de aquel concejal del P.P. , que al día
siguiente salió su hermana por televisión todo escandalizada,
diciendo: -"Lo que han hecho con mi hermano es una canallada. Pero si
mi hermano era vasco.  .  ."
Y, efectivamente, este hecho de que por primera vez mataban un vasco
conmocionó a la sociedad vasca y se formaron grupos de protesta y todo
eso. Recuerdo la pena que me dió cuando ví las esperanzas que ponía
tanta gente en el llamado "Espíritu de Ermua", considerando que era la
plasmación del rechazo de la sociedad vasca ante las atrocidades de
ETA. Lo único que ocurrió es que para muchos vascos fué una sorpresa y
dijeron: "-Pero.  .  ., estos chiquitos esta vez se han pasado, ¿eh?. A
quién se le ocurre, matar a un vasco. . ."  Este fué el espíritu de
Ermua y no otra cosa. A partir de entonces, ha sido tristísimo ver el
cruel contraste entre las noticias oficiales sobre la "unánime repulsa
de la sociedad vasca" ante un horrible atentado y la realidad de un
grupito de manifestantes, muertos de miedo detrás de una pancarta y
amparados por la policía, mientras a pocos metros estaba la jauría
vociferente de compinches de los asesinos, insultando y amenazando con
la tranquilidad de quienes saben que a ellos no les va a pasar nada.
      Hace muchos años me dí cuenta de que la ETA no es un grupo
terrorista, sino una maffia, como la Camorra o los Yakuzas o la Mano
Negra, que tienen un negocio saneadísimo montado, con el que ganan
cientos de miles de millones y que es muy difícil que renuncien a este
negocio, máxime cuando lo que se juegan, en el peor de los casos, son
unos cuantos años de cárcel, viviendo a cuerpo de rey (he oído cosas
muy interesantes sobre los banquetes que les sirven a los presos
etarras, que no tienen nada que ver con el rancho del resto de los
reclusos) y con el futuro asegurado por la fortaleza de la economía
vasca. La reivindicación política no tiene nada que ver con la
actuación de esta gente. Es un negocio rentabilísimo, las entradas de
dinero que tienen con el impuesto revolucionario que pagan TODAS  las
empresas de vascos, con gusto o sin él. Considero que de cada duro que
se da a una empresa manejada por vascos (me da lo mismo que sea el BBV
que Iberdrola, Eroski o cualquier otra), por lo menos una peseta va
directamente a las arcas de ETA.
     Tengo el convencimiento de que todos esos asesinatos, al parecer
sin sentido, que se han producido en diferentes puntos de España, en
Málaga, en Sevilla, en Burgos, En Soria, de un bombero, un músico
militar retirado, un médico militar, etc., que toda la gente comenta
como absurdos por lo poco que pueden tener que ver con las ansias de
independencia de los vascos, tiene una explicación bastante lógica.
Imagínese un industrial vasco que se ha cansado de pagar el impuesto
revolucionario y un buen día traspasa su negocio o vende su empresa y
se traslada a cualquier otro sitio de España, donde monta un nuevo
negocio y piensa que, al no estar en Vascongadas, ya no tiene que
pagar. Pero se equivoca, porque de pronto recibe el aviso de que le
toca pagar y si manifiesta alguna reluctancia, le dicen: "-Mira, si no
pagas, fijate lo que te puede pasar a tí (o a tu mujer, o a tus hijos),
que cada tanto tiempo pasan por tal sitio, como vas a ver. Y, acto
seguido, asesinan a un inocente que cumple con las características de
servir como ejemplo. Y, efectivamente, el industrial vuelve a
pagar "religiosamente".
     He recalcado "religiosamente", porque estos pagos y estas acciones
bárbaras de los asesinos cuentan con las bendiciones del clero vasco,
no solo del obispo Setien, sino de prácticamente todos los curas
vascos, que claramente han dicho que luchar contra la ETA es ir contra
el Evangelio. Esto no lo estoy inventando yo, todo el mundo puede
deducirlo, igual que todo el mundo puede sacar conclusiones de lo que
ha dicho Arzallus, Anasagasti y todos los demás "prohombres" de la
política vasca.
     En las últimas elecciones vascas, cuando Batasuna no se presentaba
y todos los que suspiran por la paz tenían la esperanza de que, bien
los socialistas, bien los populares, conseguirían desbancar a los
nacionalistas, yo apostaba con todo el que quisiera oírme que el
resultado sería otra victoria para los independentistas, ya que todos
están de acuerdo y sólamente votan en contra de ellos algunos de los
inmigrantes maketos que residen en el país vasco y que son capaces de
vencer el miedo. Qué pena me daba cada vez que, cerca de una elección,
los dirigentes vascos lanzaban sus mensajes antiespañoles a los cuatro
vientos, mientras la clase política nacional decía: "Bah, no dice lo
que siente, lo hace en plan electoralista". Pues claro que lo hacía en
plan electoralista, puesto que esos mensajes estaban en consonancia con
el pensamiento de los demás vascos y calaban perfectamente en sus
ánimos.
     Desgraciadamente, los hechos de los últimos años me han dado la
razón y no creo estar fuera de onda. Es más, como quise mucho a los
vascos, cuando abrí los ojos me dió tal rabia que, aunque suene como
una estupidez, considero que los vascos me han traicionado y que no se
puede esperar nada bueno de ellos. Aunque trato de ser buen cristiano,
no puedo remediar que, cuando surge alguna noticia de un accidente o
suceso en que muere algún vasco, lo que se me ocurre es: "Estupendo,
otro canalla menos". Que Dios me perdone, pero espero con ansia el día
en que todos los vascos acaben comiendo sus propios excrementos y, por
lo que a mí atañe, ojalá fuese mañana mismo.
     Por de pronto, hace bastante tiempo que no consumo productos
vascos. Es mi contribución a la causa de acabar con ETA. Lógicamente no
voy a coger una escopeta para salir a matar etarras, pero como con mi
dinero hago lo que quiero, cada vez que entro en una tienda o
supermercado miro bien qué productos están fabricados en Vascongadas o
por empresas vascas y no los compro aunque estén de oferta. Creo que si
todo el mundo tomase una decisión parecida, en unos años veríamos si
continuaban considerándose superiores a los demás mortales.
     Recuerdo las campañas que se hacían contra los productos franceses
cada vez que era noticia que un camión de productos hortícolas
españoles había sido volcado por agricultores franceses. Yo decía: Está
mal lo que han hecho los franceses, pero el gobierno francés pagará la
indemnización correspondiente y aquí paz y después gloria. Lo que no
tiene indemnización posible es el asesinato cotidiano que están
cometiendo esos vascos matacristianos impunemente. Eso sí que requiere
un boicot general del resto de los españoles.
     Resumiendo: La ETA es una maffia, no un grupo terrorista. Los
terroristas son ese millón y medio de vascos que, o bien apoyan a los
etarras, o justifican de alguna manera sus acciones o, en su fuero
interno, se sienten orgullosos de que unos vascos sean capaces de hacer
esas cosas. No me hace feliz decir esto, pero lo digo como lo siento y
aún no he visto nada que me haga pensar que puedo estar equivocado.
Como puede observarse, continuamente aparecen nuevos asesinos etarras
jovencitos, nada de gente resentida contra Franco, que murió hace
veintiocho años y estos "chikitos"; apenas tienen veinte. Y es que la
cantera es inagotable, puesto que en las escuelas vascas les enseñan el
rencor y odio a todo lo español, con lo que, normalmente, el que
termina sus estudios tiene claro que, cuantos menos españoles queden
vivos, mejor para los vascos. Si además les explican el saneadísimo
negocio de los secuestros, el impuesto revolucionario y los pocos
riesgos que corren, es normal que tengan tantos aspirantes que pueden
permitirse el lujo de seleccionar los más prometedores y rechazar a la
mayoría de los aficionados.
     Cuando el Ministro del Interior o el Presidente del Gobierno dicen
que los violentos acabarán por perder, supongo que ellos mismos saben
que, tal como se siguen desarrollando las cosas, eso no puede ser
verdad. Es el mismo problema que tienen los norteamericanos,
considerados por los musulmanes como la encarnación de Satanás. Si en
Estados Unidos hay más de ocho millones de musulmanes, el presidente
Busch no tiene oportunidad de acabar con el terrorismo, cuando el
fanatismo de esta gente es tan fuerte que no tienen duda ninguna de ir
al cielo, al Edén donde los esperan las huríes, si mueren matando
infieles, como les dicen sus ayatolas o como se llamen. Si los yankees
no echan a patadas del país a todos los musulmanes, cosa que es
anticonstitucional y prácticamente imposible, no podrán acabar con el
terrorismo.
       Igualmente en España, mientras se continúe considerando que los
etarras son un minoría violenta de los ciudadanos vascos, no habrá
posibilidad, ni siquiera de comenzar a atajar el problema. Yo no sabía
si reir o llorar todos estos años atrás en que los noticieros, a
primeros de Julio, narraban cómo un "grupito" de violentos pro-etarras
había estropeado los Sanfermines pamplonicas, pisoteando los deseos de
la mayoría de los navarros presentes en las fiestas. Por favor,
señores, seamos serios. A los vascos y a los navarros pueden
llamárseles muchas cosas, pero no cobardicas, que nunca lo han sido.
Cómo puede pensarse que un puñado de tipos con ganas de fastidiar pueda
una y otra vez someter a miles de jóvenes fuertes y vigorosos, ansiosos
de tener la fiesta en paz. Lógicamente, si eso fuera cierto, la mayoría
de mozos hubiese linchado a los revoltosos en menos de un cuarto de
hora. Pero si resulta que los revoltosos no son el grupito minoritario,
sino todo lo contrario, que la mayoría está de acuerdo con ellos,
entonces sí puede estropearse la fiesta como de hecho ha ocurrido
tantas veces.
       Cuando salían en televisión los grupos pidiendo la libertad de
algún secuestrado por ETA y se les veía juntitos y llenos de miedo,
rodeados por la policía, sin atreverse a decir esta boca es mía,
silenciosos detrás de su pancarta y de paso, en la misma noticia, salía
también la imagen de los "violentos" que, amenazadores y vociferantes,
no tenían empacho en proferir gritos en apoyo de ETA e insultos hacia
el secuestrado y su familia, a mí me invadía el estupor: Pero ¿A quién
se trata de engañar diciendo que esta gentuza son minoría?
     Cuando se sabía que los guardias civiles vivían en Vascongadas
como los judíos en los ghettos polacos, sin encontrar tiendas que
vendiesen víveres a sus mujeres, sin colegios que admitiesen a sus
hijos y continuamente con el miedo a un ataque terrorista y que, cuando
éste se producía, si se defendían y tenían la mala suerte de matar o
herir a algún asaltante, todas las organizaciones de Derechos Humanos,
de Amnistía, las ONG y la mitad de los abogados de España comenzaban a
protestar e investigar si acaso se había producido alguna irregularidad
en la actuación de los guardias, yo me consideraba sumergido en un
mundo irreal. Al parecer, en España la policía sólo tiene derecho a ser
masacrada, vituperada y despreciada.
     Cuando la fuerza pública detiene a un etarra, que lógicamente es
sólo un "presunto" hasta que un juez dictamine lo contrario, los
agentes deben poner los cinco sentidos en vigilar que el detenido no se
autolesione de alguna manera, porque todas las fuerzas de la opinión
pública, de los tribunales y hasta de los organismos internacionales
caerán sin piedad sobre los policías si acaso el detenido presenta el
menor rasguño, aunque al detenerlo hayan caído destripados media docena
de servidores de la ley. ¿Es esto lógico? Honradamente, creo que no.
     Cuando se habla de tortura, automáticamente todos pensamos en el
potro, en cuerpos sanguinolentos colgando de cadenas mientras los
verdugos arrancan sus carnes con garfios o aplican corrientes
eléctricas a sus partes más sensibles. Lo cierto es que, jurídicamente,
una bofetada o una sacudida por la solapa es considerado como una
tortura. Ahora bien, consideren ustedes la situación, (que se ha
presentado más de una vez), de una operación realizada por la Guardia
Civil poco después de un asesinato etarra y que, al capturar con las
manos en la masa a un terrorista, mientras lo llevan a la comisaría con
todo cuidado para que no se haga daño, de repente el detenido le dice
con sarcasmo a uno de los agentes: "-Oye, límpiate la cara, que tienes
salpicaduras de los sesos del cerdo que nos cargamos anteayer". Los
guardias que oyen semejante provocación deben morderse los labios y
quedarse quietos porque si alguno cae en la tentación, totalmente
justificada, de liarse a golpes con el canalla, automáticamente es
considerado torturador, despedido del Cuerpo y enjuiciado con todos los
agravantes, como un criminal despiadado.
     Como puede ver, no soy en absoluto optimista. Reconozco que estoy
de acuerdo con la mayoría de las leyes de Murphy y en el caso vasco
creo que podría redactar un montón de axiomas con total convencimiento
de estar en lo cierto. Si alguien tiene datos fidedignos para
demostrarme lo contrario, por favor que me los exponga. Mi mayor deseo
es estar equivocado en este asunto.                    
.
     Perdone por la extensión y por la amargura de este escrito. Me
consuela pensar que, mientras he estado escribiendo, algún vasco habrá
dejado de existir, con lo que habrá una alimaña menos sobre la tierra.

           Afectuosos saludos


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