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Título: Re: UNA OPINIÓN HETERODOXA SOBRE EL "ASUNTO" VASCO Fecha: 10/08/03
Autor: L. C. Hora: 09,58

 

          Estimado Angelberto


     Me ha asombrado y conmovido la honradez con que ha publicado mi
escrito del pasado día 6 y el respeto con el que me contesta, a pesar
de que no comparte mis opiniones. Lamento que al expresar mi postura
actual sobre los vascos pueda sentirse ofendido y personalmente le
ofrezco mis disculpas a usted y a los tres o cuatro vascos que admito
quizá sean personas normales y se consideren hijos sencillos de Dios y
no "hijos predilectos" como parece ser el sentir general de los vascos.
     Reconozco que los sucesos de estos últimos treinta años me han
radicalizado excesivamente y que la mayoría de los españoles no ha
tenido oportunidad de almacenar las mismas vivencias que yo, unos por
haber estado alejado de los vascos habitualmente y ser totalmente
ajenos a la problemática por haberla vivido exclusivamente a través de
las noticias, otros por haber tenido la desgracia de sufrir en carne
propia esas vivencias por ser o tener en su familia víctimas de esos
ataques asesinos que casi todos los vascos (en honor a usted ya no digo
todos) consideran justificados y lógicos, ya que se han producido y
producen por una causa santa: La autodeterminación de Euzkadi.
     Yo estudié todo el bachillerato en Vizcaya, asombrado de ver que
el nivel de vida allí era, como mínimo, el doble que el de Castilla. Me
hacía mucha ilusión aprender palabras en vascuence, como entonces se
decía  y aún recuerdo unas cuantas canciones, que siempre canté con
entusiasmo.
     En los años sesenta trabajé un año en Mondragón y me fuí de allí
porque mi novia vivía en Burgos y estaba harto de tener que viajar dos
veces al mes para verla un ratito. Encontré otro trabajo más cerca de
mi novia y por eso salí de Mondragón. Recuerdo que por aquel entonces
(1965), de cada cuatro misas que se celebraban en las iglesias de
Mondragón, tres eran en euskera y una en español y a todos nos parecía
bien, el que quería asistía a unas y el que quería asistía a otras.
Igualmente, en el centro de trabajo, muchos hablaban en euskera entre
ellos y a los demás nos hablaban en castellano si querían que los
entendiésemos y a mí nunca me pareció mal, salvo cuando alguien que
estaba hablando conmigo en español, de pronto se dirigía en vasco a
otro que también hablaba el español. Es una situación bastante
corriente entre compañeros o amigos plurilingües que siempre se ha
considerado una grosería, pero no una ofensa.
     Después de morir Franco me he enterado de que los "pobrecitos"
vascos estaban oprimidos, brutalmente pisoteados por el resto de los
españoles, que tenían prohibido hablar vasco y no sé cuántas cosas
más.
     Por supuesto que, según me han contado, a raíz de la liberación de
las Vascongadas en 1937 hubo una postura bastante dura por parte de las
tropas nacionales y se dictaron normas un tanto rígidas para facilitar
el entendimiento idiomático entre unos y otros, pero por lo que yo
personalmente viví a partir de 1952, no había prohibiciones, ya en
aquel entonces cada uno se expresaba en el idioma que quería, aunque,
lógicamente, la lengua oficial era el castellano. 
      Mira que no enterarme de que había una férrea opresión. Mira que
no saber que la admiración que todos los españoles sentíamos por los
Bocheros, los Chimberos, Mocedades, el Atletic de Bilbao, etc. Etc. era
fingida y que sólo trataba de encubrir la opresión y el escarnio a que
estaban sometidos todos los vascos. . . Se ve que yo, además de un
chiquillo, era un perfecto cretino, que no me enteraba de las horribles
persecuciones a que estaban sometidos los vascos en su propia tierra.
Lo curioso es que, en aquellos tiempos, tampoco se enteraba de esto
ninguna persona normal, dentro ni fuera de las Vascongadas. Tuvieron
que venir después unos cuantos que no sé dónde estaban escondidos para
contarlo y convencer a todos de la horrorosa situación que habían
tenido que soportar los vascos durante tanto tiempo.
     Gracias al PNV y a la ETA han podido enterarse los pobrecitos
vascos de todo lo que habían sufrido bajo Franco y, por supuesto, han
continuado sufriendo bajo la Democracia.
     Afortunadamente, no ha habido en mi familia víctimas de atentados
etarras y por ello, como dije anteriormente, mi lucha contra esa gente
se limita a no comprar productos vascos ni tener relación con empresas
vascas, porque siempre he considerado que si esta gentuza hubiese
acabado con mi padre, madre o algún hermano, habría dedicado todas mis
fuerzas a eliminar, de cualquier forma, el mayor número de vascos
posible. Doy gracias a Dios porque no me ha puesto en esa penosa
tesitura.
     Siempre dije que al Inestrilla, aquel tipo que irrumpió con una
pistola en medio de una reunión de batasunos, mató a uno e hirió al
Idígoras, merecía cadena perpetua. Porque tener la oportunidad de
entrar armado en el nido de las víboras y no acabar con todos los que
allí estaban no tiene perdón de Dios. Nunca volverá a presentarse una
oportunidad semejante a la que él tuvo y no aprovecho debidamente.
Apenas un muerto y un herido. ¡Qué vergüenza! Para eso, no valía la
pena haberse metido a vengador. Resultó tan ridículo como los supuestos
intentos del Gobierno Socialista cuando decidieron liquidar etarras y,
a la hora de la verdad, lo único que hicieron fue repartirse el dinero
de los contribuyentes, mucho ruido y pocas nueces.
     En los últimos años de mi vida profesional, fiel a la decisión de
no colaborar con mi dinero a la financiación de ETA, llegó un momento
en que me ví desbordado por los movimientos y fusiones empresariales,
cambio de nombres de compañías, etc., con lo cual cada vez era más
difícil averiguar si un producto era o no de los vascos.
     En muchas ocasiones, en los productos  comestibles, la única pista
era el número del Registro General de Sanidad, que se correspondía en
sus dos primeras cifras con el número correlativo de las provincias
españolas ordenadas por orden alfabético, pero muchas veces figura como
producido en otras regiones, aunque la empresa sea vasca y pague su
contribución a la ETA.
     Total, que para terminar con las dudas, en cuanto me he jubilado
he salido de España y me he venido a un país extranjero donde, si bien
no puedo comer fiambres ni quesos de mi tierra ni beber a un precio
asequible los ricos vinos del Duero, al menos hay menos posibilidades
de que me ofrezcan cosas de vascos.
     Porque, perdóneme si se siente molesto, pero sigo pensando que la
única forma de acabar con el problema a medio plazo es el boicot
generalizado a los productos vascos, hasta que se den cuenta de que no
son los maravillosos super-héroes, con todos los derechos y ninguna
obligación, sino gente normal, como cualquier hijo de vecino,
descendientes de todos los vascos que, a lo largo de la historia de
España, han participado como el resto de los españoles en las luchas
contra los romanos, contra los visigodos, contra los moros, en la
conquista de América, en las guerras Carlistas y, en general, en todos
los eventos, tanto en los gloriosos como en los catastróficos, que
componen los diferentes capítulos de nuestra historia.
     Lo malo es que, aunque la gente fuese tomando conciencia de esta
forma  de vencer al terrorismo y cada vez más aplicasen el sistema de
boicotear los productos vascos, la solución sería para largo y,
mientras tanto, ¡Cuántas víctimas más habrán aplaudido toda esa caterva
de corresponsales que tan variados insultos y amenazas le dedican a
usted continuamente! Esto es lo triste, pensar en la sangre que va a
seguir derramándose para que unos cuantos continúen con el saneadísimo
negocio del impuesto revolucionario y otros muchos  disfruten
comprobando lo "machos" que son los vascos, que hacen tambalearse de
miedo al "opresor castellano".

     Claro que, quizá, la euzkerización de la región sea suficiente a
largo plazo para acabar con el problema. Porque hasta ahora, como han
sido los niños mimados de la sociedad española, pueden encontrarse
vascos por toda España, pero no barriendo, fregando o picando piedra,
sino como directores, jefes, gerentes o encargados de algo, claro que,
eso sí, hablando correctamente el español. Pero si en los tiempos
actuales, no sólo tienen que aprender a hablar euskera sino que todos
los estudios los harán en ese idioma, así como todos los letreros,
libros, programas de televisión, etc., en un par de generaciones habrá
un buen porcentaje de vascos que no serán capaces de hacerse entender
en la lengua de Cervantes. Cuando alguno de ellos pase a otra región y
trate de vender o anunciar algo, aunque sea muy interesante, pero lo
haga chapurreando como lo hacían los vizcaínos de hace cinco siglos,
que eran tenidos por tontos porque no se podían explicar en castellano,
cualquier otro español los mandará a tomar por donde amargan los
pepinos.
     Porque normalmente siempre nos hemos esforzado en ayudar a
explicarse a cualquier extranjero que no domine nuestro idioma, pero si
el individuo no es extranjero, sino español y no sabe expresarse
decentemente. . .que lo zurzan.
      
     Repito mi admiración y agradecimiento a su gentileza, le felicito
por su loable empeño de mantener firme una postura de dignidad en una
causa que considero perdida y la serenidad con que contesta a todas las
amenazas e insultos que continuamente recibe. Admito que no todos los
vascos son tan groseros como el nominado Aitor y sus compinches, pero
sí estoy convencido de que todos (bueno, en atención a usted diré que,
quizá, menos tres o cuatro), comparten las ideas y aplauden 
el "sublime espíritu" de los que escriben los insultos, por supuesto
bendecidos por la iglesia vasca.
        Con todo respeto
                        
                                 Luis


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