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Título: VISIÓN DEL "CONFLICTO VASCO" POR UN JOVEN QUE NO ES VASCO | Fecha: 22/09/03 |
Autor: Miguel | Hora: 04,46 |
Hola a todos.
Ni soy vasco, ni vivo en el País Vasco. Sin embargo desde muy joven, o más bien debería decir desde muy pequeño, he sido consciente de la existencia de ETA y de su obsesión por destruir la vida de los que me rodean, e incluso la mía. Para empezar diré que resulta ridículo hablar de “conflicto vasco” cuando ETA, o sea lo que provoca el “conflicto”, actúa en todo el territorio español. También me gustaría decir que dentro de lo que cabe he sido una persona con muchísima suerte, teniendo en cuenta los terribles testimonios de las víctimas de ETA. Mi visión del “conflicto vasco”, término que ha utilizado Julio Medem para su última película-documental, aunque no es el único, se va a reducir a contar un poco lo que ha sido mi vida desde pequeño y cómo ETA ha influido en ella, ya que, al parecer, dicho documental se ha comido la versión de familiares de militares y miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad.
Para empezar el relato es importante conocer el contexto político en el que se desarrolló mi infancia. Yo nací en el 79, casi en los 80, es decir que nunca conocí dictador alguno y ya teníamos una Constitución aprobada por los españoles en referéndum. No obstante ETA llevaba asesinando desde hacía tiempo y así ha seguido. Tuve la suerte o la desgracia de nacer en una familia media-baja, por aquel entonces, en el que mi padre era quien traía a casa el dinero ya que mi madre, profesional del mundo de la medicina, se encargaba de cuidarme a mí y a mi hermano. Mi padre era, y es, militar. Debido a su trabajo pasaba largas temporadas lejos de casa (meses) por lo que apenas podíamos disfrutar de su compañía. Cuando era tan pequeño no me enteraba de nada de lo que pasaba en cuanto a ETA, ya que estaba demasiado ocupado jugando o ayudando a mi madre con mi hermano pequeño. Lo que sí sabía desde bien pequeño, es decir desde los 4 ó 5 años, era que si alguien me preguntaba a qué se dedicaba mi padre yo tenía que decir que era “funcionario”. Nunca, bajo ningún concepto, debía decir a nadie que mi padre era militar. En aquel momento, en el lugar en el que “estábamos” destinados, yo asistía a clases en un colegio militar. Pero no se vayan a pensar los que no sepan del tema que nos hacían formar por la mañana en la puerta del “cole” o algo parecido. Era un colegio normal y corriente, sólo que pertenecía a Defensa. En mi casa la política a penas se tocaba y si se hacía yo ni me enteraba. No nos podíamos permitir ir al cine, ni salir a tomar algo por ahí, así que dábamos paseos por los parques cercanos toda la familia, cuando se podía, y cuando no, íbamos con mi madre. La zona en la que vivíamos, en una casa de alquiler, era algo conflictiva, de aquella (1984) no teníamos coche, ni tele en color. Quiero con esto romper el mito de: “Joder, que bien viven los militares”. Teníamos lo justo, ni más ni menos, que no es poco. En ese contexto, un par de años después, es decir en el 86, es donde empiezo a tener recuerdos sobre la existencia de ETA. En 1986 ETA atentó en la Plaza República Dominicana en Madrid contra una furgoneta llena de jóvenes recién salidos de la Academia de la Guardia Civil. Yo no vivía en Madrid, pero resultó que todos los jóvenes muertos en aquel atentado (12 muertos) eran compañeros de promoción y amigos de mi tío, por lo que en casa el ambiente era de indignación y tristeza por los muertos, y de alivio porque mi tío no iba en aquel microbús. No obstante aquello tampoco me marcó demasiado porque ya se sabe la capacidad que tienen los niños para recuperarse y seguir a lo suyo. Además, al contrario de lo que sucede ahora, la noticia tampoco tuvo demasiado eco. No se organizaron manifestaciones multitudinarias por los 12 muertos que no superaban los 25 años de edad como media, ni nada parecido. Más tarde, cuando alcancé la altura suficiente como para llegar al buzón, me explicaron que aunque viera cartas por fuera nunca las cogiera. No me dieron nunca, hasta que ya he sido bien mayor, llave del buzón. De vez en cuando mi padre se agachaba para comprobar los bajos del coche antes de que subiéramos a él, cuando tuvimos coche (de segunda mano, por supuesto). Un poco después vinieron los atentados del Hipercor de Barcelona, en el que murieron 21 personas y 22 quedaron inválidas, y el de la casa cuartel de Zaragoza en el que fueron asesinadas 11 personas. De aquella, con 7 años, ya era plenamente consciente de la existencia de ETA y de lo que quería: Matar. Lo que no tenía nada claro, y sigo sin tener, es por qué estaba obsesionada con matarnos cuando nosotros no le habíamos hecho nada. Lo único que hacíamos era vivir más o menos dignamente sin meternos con nadie, porque eso sí, a mí me educaron para respetar a todos y desde bien pequeño me metieron en la cabeza que nadie es mejor que nadie por tener uno u otro color de la piel. Me educaron, como a muchos otros, con el “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Claro, desde ese punto de vista y con la edad que tenía no podía entender cómo los etarras eran capaces de hacer aquello. ¿Es que a ellos les gustaría que matasen a su padre, hermano, tio…?, me preguntaba yo. Y lo cierto es que sigo sin entenderlo e imagino que así será toda mi vida. Además al vivir en un barrio algo conflictivo conviví con todo tipo de niños, en cuanto a creencias y a procedencia.
Siendo algo mayor y tras aprender a vivir con la sombra de ETA tras nuestras espaldas cambiamos de destino. Fuimos a una gran ciudad y de aquella yo tenía ya 10 años. Recuerdo que me aterraba ir a esa ciudad porque en ella se habían cometido varios atentados. Como siempre íbamos a un Colegio militar y vivíamos en una casa alquilada que no era nuestra, desde la que podía ver a Yonkis pincharse en la primera vena que pillaban buena. Afortunadamente nunca me llamaron las drogas, ni si quiera fumo. A partir de aquí fue cuando ETA fue manchando mis ojos, por así decirlo, poco a poco. La cuestión es que yo siempre he sabido que un grupo de personas querían matar a mi padre, pero quien dice mi padre dice mi vecino, el padre mi amigo, mi tío, el otro vecino o incluso mi familia entera, y eso durante toda un vida desde bien pequeño termina por determinar en cierto modo tu futuro. Tuvimos que desalojar el Colegio al que iba por aviso de bomba en numerosas ocasiones. Desde ese mismo colegio he sido testigo de un atentado, aunque no iba dirigido contra el Colegio. Aprendí con 10 u 11 años a mirar disimuladamente los bajos del coche, junto con mi padre/madre, para comprobar que no había ningún objeto extraño, aunque para ser sincero nunca tuve muy claro qué aspecto tendría ese “objeto extraño”. Mi padre, durante las comidas, nos decía cuando el Ministerio de Defensa esperaba un atentado por la zona para que tomáramos precauciones. En el nuevo colegio conocí a niños cuyos padres habían sido asesinados por ETA y a otros que tenían padre cuando los conocí y ETA los asesinó después. Mi propio padre salvó la vida un día por haber cambiado una semana antes la rutina de vuelta a casa desde el trabajo. Algunos de sus compañeros de trabajo no tuvieron tanta suerte y ETA les asesinó. Yo mismo, siendo ya mayor, he pasado por algunos sitios en la calle y luego al llegar a casa veo en las noticias que 10 minutos después de que yo pasara por ahí ETA había hecho explotar una bomba. He llorado, siendo ya mayor y más consciente, con el asesinato de los 2 Guardias Civiles de Sallent de Gállego, un minúsculo pueblo de Huesca, y es que el chico (porque asesinaron a un chico y una chica) sólo tenía 21 años. Tenía toda una vida por delante. Al igual que los niños de Zaragoza, Vic, Hipercor, y tantos otros asesinados por ETA. Hemos visto a etarras por la zona en la que vivo haciendo fotos y aunque hemos llamado a la policía desgraciadamente no llegaban a tiempo para cogerlos. Cuando oía que había habido un atentado, y estaba solo en casa, en seguida pegaba la oreja a la radio para saber quienes eran las víctimas, siempre con la terrible duda de saber si alguien de mi familia estaba entre ellas. En un tiempo en el que mi madre trabajó en las Urgencias de un gran Hospital tuvo que atender a las víctimas de un atentado. Estas víctimas eran militares y estaban destrozadas. Mi madre rezaba para no encontrar a mi padre entre las víctimas que tuvo que atender. Algún vecino nuestro ha tenido que cambiar el número de teléfono de casa porque ha sido hallado en poder de ETA durante el registro de un piso franco.
En resumen, toda mi vida ha estado marcada de algún modo por la existencia de un grupo de gente que quería matarnos. Mi caso no es ni de lejos único y muchísimo menos de los peores. Es más, me siento un tío afortunado porque ETA nunca ha llegado a dejar caer su espada sobre las cabezas de mi familia. Como habréis comprobado en ningún momento he hablado del País Vasco, porque nunca he estado allí. Lo que demuestra lo ridículo del término “conflicto vasco” para referirse al terrorismo de ETA. A pesar de que los que quieren asesinarnos son, sin duda alguna, nacionalistas vascos. De pequeño no le daba ninguna importancia al origen de los asesinos. Ahora, ya crecidito, soy consciente de que si mi madre se hubiera quedado viuda y con dos niños pequeños que alimentar, con una mísera pensión, a los nacionalistas les habría dado exactamente igual. Me sorprendo muchísimo, o más bien me sorprendía, cuando escucho a los niñatos, y no tan niñatos, nacionalistas decir eso de “ETA mátalos”. ¿Tienen ellos alguna idea de lo que es vivir siempre con la sombra de una piara de asesinos tras de ti?. También me sorprendo cuando, como en el caso de la película-documental de Medem, alguien dice intentar ser objetivo y obvian relatos como éste o mucho peores, mientras familiares de etarras cuentan lo duro que les resulta que su hijo, asesino confeso, viva en una cárcel no tan cerca como a ellos les gustaría.
Como resultado de todo esto he decidido ingresar en la Guardia Civil y
dedicarme en cuerpo y alma a la lucha antiterrorista. Cuantos más etarras
detengas, más atentados evitarás y menos niños tendrán que aprender a
mirar disimuladamente los bajos del coche.
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