DIARIO LA RAZÓN (25 de noviembre de 2003)
Europa, contra el Plan Ibarreche
Cinco
grandes países de la Unión Europea (Alemania, Francia, Reino Unido, Portugal y
España) han rechazado formalmente, en un documento conjunto, «aquellos
proyectos excluyentes que, en lugar de aunar voluntades, tratan de disgregar la
configuración actual de los estados o proponen proyectos de desintegración,
singularmente los que se planteen quebrando las más elementales reglas del
Estado de Derecho». Una definición que, en el caso de España, retrata el Plan
Ibarreche y supone un portazo al intento soberanista y acaba con las esperanzas
de obtener la «comprensión» que el PNV y sus socios pretenden de obtener más
allá de nuestras fronteras.
La decisión de los «grandes» de la UE, reunidos estos días
en Toledo por el titular español de Justicia, José María Michavila, es una
consecuencia lógica de la búsqueda efectiva de un espacio judicial y policial
europeo, lo que supone derribar fronteras, en este caso jurídicas, para dar un
paso trascendental en favor de la construcción de la nueva Europa unida. Por
eso, cuando estados con tradiciones jurídicas tan diferenciadas como el Reino
Unido, Alemania o España, trabajan seriamente para que la «euroorden» entre
en vigor el primero de enero de 2004, es cuando más quedan en evidencia los
retrógrados y excluyentes proyectos nacionalistas.
Si Europa es capaz de armonizar sus sistemas judiciales para
que un peligroso delincuente que ha huido a otro Estado de la UE sea detenido y
entregado en menos de seis meses a la justicia del país donde perpetró el
delito, se entiende que levantar nuevas «excepciones» y «ámbitos propios de
decisión» no sólo va contra la voluntad general de los españoles expresada
en la Constitución, sino contra los mismos intereses de la UE. El rechazo es aún
mayor cuando los planes separatistas se plantean, como es el caso del de
Ibarreche, «quebrando las más elementales reglas del Estado de Derecho», que
es, sin ir más lejos, lo que se hace desde el tripartito vasco al negarse a
obedecer las resoluciones de los tribunales o planteando medidas para las que
carece de legitimidad y competencias.
Europa, y así se demostró ayer en la declaración del «protocolo
de Toledo», camina hacia la unidad y la modernidad, al hacer frente al fenómeno
de la globalización del crimen, que reclamaba una respuesta igualmente global.
La «euroorden», vieja aspiración del Gobierno español, responde a una
demanda ciudadana en toda Europa y sustituirá a los complejos y lentos procesos
de extradición vigentes, que son aprovechados con ventaja por terroristas y
gentes del crimen organizado. Avances como el de ayer en Toledo sirven para
demostrar a todos los europeos que el futuro está en la unidad y no en la
disgregación, y que, al margen de criris y de palabras más o menos
grandilocuentes, la UE se revela como una realidad cada vez más sólida.