DIARIO LA RAZÓN (25 de noviembre de 2003)
Y el PNV desobedeció las órdenes del fundador
Sus biógrafos nacionalistas intentan desprestigiar su giro diciendo que fue un delirio de enfermo
J. A. F. - Madrid.-
Biógrafos de Arana a sueldo
del PNV y algún converso aseguran que el giro españolista (para ellos «supuesto
giro», «engañoso viraje táctico») de Sabino en su último año y medio de
vida no fue más que una treta, un ingenio maquiavélico urdido por el inventor
del bizkaitarrismo (nacionalismo) para lograr sus fines por otros medios. Los
pocos «estudios» realizados aseguran intuir en en la frase «Tú ya me
comprenderás», dirigida a su hermano mayor Luis, nacionalista ultraortodoxo y
germanófilo, un guiño de complicidad que conduce a la teoría del ardid. Si
esto hubiera sido así, no se podría explicar por qué Luis Arana, en una carta
enviada a uno de sus correligionarios en el PNV, decía creer que su hermano «se
había vuelto loco».
Si aquel «ya me comprenderás» hubiese sido un guiño y Luis
Arana hubiera entendido que el propósito de su hermano era el de sacrificar «de
momento» el anhelo independentista a costa de desarrollar un fuerte
regionalismo autonomista en «Euzkadi» que luego pudiera ser reconducido de
vuelta al nacionalismo puro y duro, tampoco se explicaría por qué Luis Arana
se enfrentó con tanta violencia al propio PNV (hasta el punto de ser expulsado)
cuando sus dirigentes, los más próximos a Sabino, después de la muerte de éste
declararon, en efecto, su renuncia a la vía independentista para centrarse en
el fin último de una autonomía para el pueblo vasco.
Por fin, si aquel «ya me comprenderás» hubiese sido el guiño
de un ingenio oculto, sería imposible de explicar por qué cuando el PNV trata,
siempre de puntillas, el giro españolista que Sabino Arana quiso dar al partido
(con su disolución y la formación de una «Liga de vascos españolista»), se
contradice en último término asegurando que aquello fue un episodio de «confusión»
del fundador, y carga en la enfermedad terminal de Arana y en su paso por la cárcel
toda la responsabilidad de ese giro.
Estos dos últimos puntos se desmontan con facilidad. Sabino
Arana siempre fue un hombre enfermizo. Aquejado, según sus propias palabras, de
«tisis galopante» cuando tenía 16 años, desde los 18 tuvo constantes
episodios de lo que él llamaba «catarros gástricos». Pero lo que me mejor
retrata su quebradiza salud fue una carta que escribió año y medio antes de su
muerte en la que se refería a lo que los médicos le habían diagnosticado como
un doloroso cíbalo, nada más que un cúmulo de masa fecal en el recto y que
debió de ser en realidad la manifestación de un cáncer gástrico que le
conduciría a la muerte. En esa carta, muy gráfica, se decía: «Saltó del
colon al recto un scíbalo (como lo llama este médico). Cayó sobre el ano y
aquí estuvo varios días, procurándome unas ganas de defecar horribles que, al
no poder ser satisfechas, me causaban unos dolores espantosos por la creciente
inflamación de las vejigas hemorroides, que en mí ya son antiguas. Toda purga
que tomaba se expelía por entre la cíbala y las paredes del ano, de modo que
esto y la presencia de aquella, por su peso sobre el ano, es lo que me la
descubrió [ ] Yo le dije (al médico), hágamelo V. pedazos; si no, no hay
medio. Entonces vino mi cuñado y este me lo pedazó en parte, sacando algunos
trozos de aquella cantera. Se me reventaron varias almorranas. Fue una operación
terrible por la dilatación que le dieron al ano.»
Sin embargo, y a pesar de las penurias físicas y, por
supuesto, psíquicas de su mal, el 22 de junio de 1902, en la fecha en la que
está escrita la carta a su hermano Luis, Sabino no sabía que su enfermedad era
mortal. Ni siquiera lo supo un año después, el 30 de junio de 1903, día en el
quedó fechada una carta escrita desde el Balneario de Aguas de Cestona (Guipúzcoa),
dirigida a su amigo el médico Carlos de Iruarrizaga en la que dice: «Quiero
que me vea V. este bulto, pues así podré saber si estoy perdiendo el tiempo en
esta agua [ ] En una palabra: si mi enfermedad es curable, quiero aprovechar
este verano; si no, quiero saberlo para tomar mis medidas».
En lo que se refiere a su paso por la cárcel, Arana sólo
estuvo preso en dos ocasiones. La primera, durante poco más de cuatro meses en
1895 por unos artículos publicados en el semanario del que él fue director: «Bizkaitarra».
La segunda, desde el 30 de mayo hasta el 8 de noviembre de 1902, por haber
intentado enviar un telegrama de felicitación al presidente Roosevelt por la
independencia de Cuba. En total, nueve meses de prisión preventiva tan «suave»
que llevó a exclamar en 1918 al diputado por Bilbao Indalecio Prieto: «Ya
quisieran estar todos los presos como estuvo Arana».
La historia inmediata posterior a la muerte de Arana es
conocida. Los más próximos al fundador, a excepción de su hermano, aceptaron
el giro españolista, y renunciaron a las siglas del PNV para llamarse «Comunión
Nacionalista». Un error garrafal que aprovecharon los ultraortodoxos sabinianos
para resucitar al PNV... Y de ahí, hasta hoy.