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EN PORTADA     Foro de debate de El Boleto - La verdad sobre ETA

17 de diciembre de 2008 (Angelberto)

 

Sexto aniversario del asesinato del guardia civil, Antonio Molina Martín

Hoy, día 17 de diciembre de 2008, hace seis años que dos cobardes asesinos de ETA -que tenían proyectado cometer varios atentados con explosivos en distintos centros comerciales de Madrid el día de Nochevieja- mataron al guardia civil Antonio Molina Martín cuando les pedía la documentación. Así fue como este joven guardia civil evitó decenas de muertes.

En la web El Boleto no se acostumbra a hacer homenajes porque es evidente que todos los asesinados se merecen el suyo, pero en esta ocasión, y atendiendo a un correo que he recibido de un guardia civil que ingresó en el Cuerpo animado por lo ocurrido aquella tarde del 17 de diciembre de 2002, se hará una excepción. De todos modos, este homenaje podrá y deberá ser extrapolado a todas y cada una de las víctimas de ETA.

Este compañero de Antonio, asiduo visitante de la cruz que se alza en el kilómetro 38 de la A-6, ha escrito el siguiente relato que tengo el honor de publicar en esta web.

Tarde recién iniciada del 17 de diciembre de 2002.
       La sierra madrileña siempre impresionante, y más en esas fechas, con los cerros y collados luciendo las primeras nevadas del año.
       Se inicia una apacible tarde gris de invierno en cierto cuartel de la Guardia Civil de la comarca.
      -¿Sacamos el Almera o el Mégane? –pregunta un andalú con acento característico de cierta región de olivos.
      -Illo, sacamos el Almera, que está mejor y tiene mejor motor, ea; no se sabe lo que nos puede salir por estos lares -le contesta otro andalú, pero éste de Melilla, la Andalucía gemela.
      -Pues sí que se presenta bien la tarde, illo, sí Por cierto, ¿cómo va lo tuyo para pasar a Melilla? -pregunta el jienense.
      -Eso está hecho tío, ya voy teniendo algo de antigüedad y va siendo horita de pisar mi casa -le responde alegre, soñando con el futuro, el de Melilla.
      -Ea, compare, me alegro mucho, de veras…; ya harás una cenilla o algo de despedida cuando te vayas, ¿no? -demanda alegre el jienense.
      -Pues claro, pisha, eso está hecho. Bueno, vamos a dar una vuelta por las estaciones de servicio de la A6, que siempre se están quejando los gasolineros, illo, y eso nos da mala imagen -dice su compañero, hoy jefe de pareja y siempre profesional, atento a todo cuál lince despierto.
       -Ea, -asiente, de acuerdo, el de Jaén.
      Por el camino que transcurre desde el cuartel hasta la entrada de la autovía, los dos, alegres y muy locuaces, no paran de hablar de sus proyectos de futuro: que si casarse, que si ascender, que si el curso de esto, que si la especialidad de lo otro…; de repente, el melillense, polilla de Valdemoro, observa algo que no le cuadra en un coche…
      -Mira, illo, ¿pues no te parece que la matrícula de ese coche es, no sé, como muy antigua para ese modelo? -pregunta señalando la matrícula de un Ford Escort color azul y matrícula de Málaga, que circula justo delante de ellos.
      En ese instante le vienen a la cabeza muchos recuerdos... De cuando pasaba noches y días en aquella ciudad que ahora se reflejaba en la matrícula que estaba mirando. Aquella ciudad era casi como decir su casa, su tierra, y quizá fuese así por estar sólo a unas pocas millas marinas de su querida Melilla. Por un instante, el joven deja volar su imaginación recordando la brisa marinera de aquella tierra, hasta que la respuesta de su compañero le hace volver en su realidad.
      -Pues no sé, tú sabrás illo, me suena un poco raro, pero no las tengo todas conmigo… -duda el jienense.
      -Que sí, compare, que te digo yo que esa matrícula tiene que ser por lo menos de un 124; es más vieja que la orilla del río… –insiste el polilla, con seguridad, y después de unos segundos, decide finalmente- Ea, vamos a pararlos y salimos de dudas.
     -Como quieras, compadre, le pongo las luces y la sirena y que vaya parando poco a poco en ese área de servicio -dice el de Jaén, compañero y amigo, respaldando la actuación.
      -Venga, que ya están parados... Y parece que ponen la marcha atrás. A ver qué dice la central sobre la matrícula -el melillense esgrime la "pera" del portófono y pasa la numeración.
      Transcurre menos de un minuto y se confirma que la matrícula no es del Ford Escort azul del ´97 que está parado delante de ellos, como contradiciendo tercamente la información de la central: “Pertenece a un vehículo ya dado de baja; tomen precauciones, repito, tomen precauciones” -resuena en el coche la voz enlatada de la radio.
       -Ea, compare, ¡ahí lo tienes! -exclama orgulloso el joven polilla-. Vamos a identificarlos a ver de dónde se han sacado la matrícula estos dos… -continúa el joven guardia civil con seguridad y firmeza mientras abre la puerta del coche.
      Se acercan ambos con precaución hacia el vehículo parado y en ese instante sienten que el pulso se les acelera ligeramente…
      Dentro del coche ni un solo movimiento extraño, únicamente dos cabezas que se mueven levemente para hablar, pero sin más gestos…
       El polilla, se acerca, se cuadra, saluda militarmente y se dirige al conductor del vehículo:
      -Buenas tardes caballeros, ¿me permiten la docu...? -y deja su pregunta a medias al ver que una pistola, esgrimida por el conductor del coche, aparece por la ventanilla y le apunta directamente.
      -¡Arma, armaaa! -alerta a su compañero, al mismo tiempo que se retira un metro de la ventanilla del vehículo.
       A pesar de todo, el polilla no puede evitar recibir dos traicioneros disparos, uno en la pierna y otro en el abdomen. Su mundo se para, la realidad parece haberse detenido, su campo de visión se estrecha en un instante, sólo ve lo que tiene exactamente delante de él. Se tiende en el suelo, se nota sin fuerzas, intenta reaccionar, pero él, siempre fuerte y vigoroso, sólo tiene energías para permanecer tendido, mirando impotente la suerte que pueda correr su compañero de fatigas…
       El jienense no ha perdido el tiempo; justo al ser alertado y oír los tiros, con la máxima rapidez desenfunda su arma reglamentaria y comienza a disparar hacia uno de los ocupantes, que ya le ha tomado como objetivo también a él y le ha alcanzado en uno de sus brazos. El guardia continúa disparando hasta vaciar el cargador, y le cuesta un triunfo volver a montar su arma con un solo brazo, pero viendo a su compañero tendido en el suelo, saca fuerzas de flaqueza y consigue mantener el tiroteo, hiriendo a uno de los terroristas.
       Los dos asesinos acaban de descender del vehículo. Uno ha recibido una herida en el cuello y permanece herido en las inmediaciones del lugar, no puede escaparse. El otro, salta la mediana de la calzada y huye en un vehículo que secuestra a punta de pistola.
      Atrás deja a un joven guardia civil herido mortalmente, y a su compañero que trata en vano de perseguirle…

-Pues tenemos que ir por el centro comercial de no sé donde -le dice su mujer a C-, que ya sabes que luego se pone todo lleno de gente en Navidad y no hay quien compre.
      -Como quieras, pero vamos a tardar un poco, ¿no ves que hay retención?, dita sea, qué mala suerte -dice C al ver la circulación saturada de la A6.
      De todos modos al hombre le extraña que haya tanta circulación siendo poco más de las tres de la tarde. Él conoce bien esta zona, pertenece a la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y pasa muy a menudo por este lugar con la moto; se sabe cada uno de los recovecos de la autovía, cada curva, cada línea, las horas punta…

      -Aquí está pasando algo, hay un coche patrulla ahí. Voy a bajar y les pregunto a los compañeros si saben alg... -se queda sin palabras al ver el espectáculo- ¡Me cagon la leche! ¡Pero si los guardias están en el suelo, sangrando!
       Inmediatamente desciende del vehículo, raudo, veloz... Le duele el alma casi tanto como a los dos guardias sus heridas, le duele verles derramar la sangre que están derramando.
       -¿Qué ha pasado, quién os ha hecho esto? –pregunta, angustiado, tratando de ayudarles…
      -Han sido dos tíos, uno está por ahí y el otro se acaba de ir en un coche dirección Coruña -le responde un guardia con acento de Jaén, al que el dolor del brazo sólo le permite musitar esas palabras.
      C. mira a su alrededor y busca al causante del tiroteo pero en seguida repara en el otro guardia, herido de muerte e inmovilizado junto al Ford Escort azul. Echa a correr hacia el coche patrulla y lanza un mensaje que rasga el silencio y vibra dramático para despertar la apacible tarde de la Comandancia de Madrid.
       -Urgente para Cota. Tiroteo en el kilómetro 38. Hay dos compañeros heridos.
      Las patrullas más cercanas dejan inmediatamente todo cuanto están haciendo: Esa denuncia del cinturón, esa discusión por una preferencia de paso… Todo. Hay un compañero que solicita ayuda urgentemente y eso es algo sagrado; a un compañero no se le puede dejar solo en esos momentos.
       Los coches patrulla hacen ulular sus sirenas y los pirulos azules lanzan sus destellos en todas las carreteras mientras se dirigen al lugar del suceso y organizan controles.
       Al mismo tiempo, C., decidido, observa sus manos; tan sólo porta en ellas el paraguas que su mujer le ha dado instantes antes, cuando se bajaba del coche para enterarse del motivo del atasco…; no lo piensa un instante, se lanza hacia el tipo que permanece a unos metros de la patrulla y, tras reducirle para evitar que volviese a usar su pistola, le dice:Queda usted detenido por un presunto delito de atentado contra agentes de la Autoridad. Ahora le leo sus derechos...

El polilla, a cada instante, siente más la oscuridad en sus ojos, su mirada se fija en una nube caprichosa que en aquel preciso momento está sobre él, inmóvil.
      Su vida pasa lentamente ante sus ojos; recuerda su infancia, su primera comunión, los días de reyes, sus cumpleaños, su alegría cuando ingresó en el colegio de Valdemoro, su alegría cuando le cantaron el “Adiós Polilla” y comenzó a ser definitivamente lo que él quería ser: guardia civil...
       Llega al justo y preciso instante en que se halla, y, ante toda una vida llena de cariño y atención a los demás, sólo puede esgrimir una última sonrisa dedicada a todos aquéllos a los que siempre ha apreciado; sus familiares, sus grandes amigos y sus buenos compañeros….
      Sólo le da tiempo a ver, quizá a intuir, como se acercan a lo lejos, aparte de los pirulos azules que tan bien conoce, los pirulos amarillos, los de las ambulancias que ya llegan para auxiliarle…
       Pero él tiene que ir a darle novedades a Dios, porque ha sido llamado a un nuevo destino y debe partir…
      Atrás deja los importantes atentados terroristas que ha conseguido evitar en Madrid, a costa de pagar con su vida, pero el polilla se siente satisfecho porque sabe que ha salvado de la muerte a decenas de personas… Ese pensamiento y el recuerdo de su familia le consuela en sus últimos momentos.
      No los verá más pero siempre estará con ellos, como esa nube caprichosa que ve ahora, mientras sus ojos se cierran... Se cierran... Se cierran sin que su rostro deje de reflejar la plácida sonrisa del que tiene su deber cumplido.
      Sin embargo, el gran polilla no ha acabado su servicio… poco después de darle novedades a Dios, le pide permiso para cumplir su último cometido.
      -Verá, Señor, ya sé que llevo aquí sólo unos minutos, pero quiero hacer una cosa…- pide el polilla, que se siente fuerte y seguro en presencia de Dios
     -Lo que quieras, polilla, lo que quieras…. Te lo doy como regalo de bienvenida -le responde el Todopoderoso, complaciente, porque sabe que tiene ante sí a un gran hombre.
      -Me gustaría terminar el trabajo que he empezado esta tarde -le pide el polilla.
      -Sea, polilla, sea… Te lo mereces -concede Dios, y a continuación le permite realizar lo que ha pedido.

San Sebastián. En una estación de autobuses un individuo se baja de un autocar disimulando a duras penas su nerviosismo. Intenta estar tranquilo, no pasa nada, nada va con él… Se baja del autobús pero antes de que pueda realizar un solo movimiento, una decena de personas le rodean, se identifican como policías y le detienen por un presunto delito de atentado contra agentes de la Autoridad.
      El polilla sonríe, satisfecho; la pequeña y blanca nubecita que estaba, como infiltrada, cerca de los enormes nubarrones del plomizo y lluvioso cielo donostiarra, se evapora de esa estación de autobuses. Su cometido ha finalizado. Ya puede dar por terminado su servicio sin novedad.

Homenaje por el 6º aniversario de tu mejor servicio. Jamás te olvidaremos. (Dedicado a los 3 compañeros que derrocharon valor, abnegación y valentía en aquella tarde del 17 de diciembre de 2002. En especial a Antonio Molina Martín. ¡Qué grande serás siempre, compañero...!)
P.D. Eres una de las causas por las cuales soy lo que soy.

Fdo: Un compañero que siempre te admirará.

 


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