Tarde recién iniciada
del 17 de diciembre de 2002.
La sierra madrileña siempre impresionante, y más en esas fechas,
con los cerros y collados luciendo las primeras nevadas del año.
Se inicia una apacible tarde gris de invierno en cierto cuartel
de la Guardia Civil de la comarca.
-¿Sacamos el Almera o el Mégane? –pregunta un andalú con
acento característico de cierta región de olivos.
-Illo, sacamos el Almera, que está mejor y tiene mejor motor, ea;
no se sabe lo que nos puede salir por estos lares -le contesta otro
andalú, pero éste de
Melilla, la Andalucía gemela.
-Pues sí que se presenta bien la tarde, illo, sí…
Por cierto,
¿cómo va lo
tuyo para pasar a Melilla? -pregunta el jienense.
-Eso está hecho tío, ya voy teniendo algo de antigüedad y va
siendo horita de pisar mi casa -le responde
alegre, soñando con el futuro, el de Melilla.
-Ea, compare, me alegro mucho, de veras…; ya harás una cenilla o
algo de despedida cuando te vayas, ¿no?
-demanda alegre el jienense.
-Pues claro, pisha, eso está hecho. Bueno, vamos a dar una
vuelta por las estaciones de servicio de la A6, que siempre se están quejando los gasolineros,
illo, y eso nos da mala imagen -dice
su compañero, hoy jefe de pareja
y
siempre profesional, atento a todo cuál lince
despierto.
-Ea, -asiente, de acuerdo, el
de Jaén.
Por el camino que transcurre desde el cuartel hasta la entrada de
la autovía, los dos, alegres y muy locuaces, no paran de hablar de sus
proyectos de futuro: que si casarse, que si ascender, que si el curso de
esto, que si la especialidad de lo otro…; de repente, el melillense,
polilla de Valdemoro, observa algo que no
le cuadra en un coche…
-Mira, illo, ¿pues no te parece que la matrícula de ese coche es,
no sé, como muy antigua para ese modelo?
-pregunta señalando la matrícula de un Ford Escort color azul y
matrícula de Málaga, que circula justo delante de
ellos.
En ese instante le vienen a la cabeza muchos recuerdos...
De cuando pasaba noches y días en aquella ciudad
que ahora se reflejaba en
la matrícula que estaba mirando. Aquella ciudad era casi como decir su casa, su tierra,
y quizá fuese así por estar sólo a unas pocas millas
marinas de su querida Melilla. Por un instante,
el joven deja volar su imaginación recordando la
brisa marinera de aquella tierra, hasta que la respuesta de su compañero
le hace volver en su realidad.
-Pues no sé, tú sabrás illo, me suena un poco raro, pero no las
tengo todas conmigo… -duda el
jienense.
-Que sí, compare, que te digo yo que esa matrícula tiene que ser
por lo menos de un 124; es más vieja que la orilla del río… –insiste el
polilla, con seguridad, y
después de unos segundos, decide finalmente-
Ea, vamos a pararlos y salimos de dudas.
-Como quieras, compadre, le pongo las luces y la sirena y que vaya
parando poco a poco en ese área de servicio
-dice el de Jaén, compañero y amigo,
respaldando la actuación.
-Venga, que ya están parados...
Y parece que ponen la marcha atrás.
A ver qué dice la central sobre la
matrícula -el melillense esgrime
la "pera" del portófono y pasa la numeración.
Transcurre menos de un minuto y se confirma que la matrícula no es del Ford Escort azul del ´97 que está
parado delante de ellos, como
contradiciendo tercamente la información de la central:
“Pertenece a un vehículo ya dado de baja;
tomen precauciones, repito, tomen precauciones”
-resuena en el coche la voz enlatada de la radio.
-Ea, compare, ¡ahí
lo tienes! -exclama orgulloso el joven polilla-.
Vamos a identificarlos a ver de dónde se han sacado la
matrícula estos dos… -continúa
el joven guardia civil con
seguridad y firmeza mientras abre la puerta
del coche.
Se acercan ambos con precaución hacia el
vehículo parado y en ese instante sienten
que el pulso se les acelera ligeramente…
Dentro del coche ni un solo movimiento extraño, únicamente dos cabezas que
se mueven levemente para hablar, pero sin más gestos…
El polilla, se acerca, se cuadra, saluda militarmente y se dirige
al conductor del vehículo:
-Buenas tardes caballeros, ¿me permiten la docu...?
-y deja su pregunta a medias
al ver que una pistola, esgrimida por el
conductor del coche, aparece por la
ventanilla y le apunta directamente.
-¡Arma, armaaa! -alerta a
su compañero, al mismo tiempo que se retira un metro de la ventanilla del vehículo.
A pesar de todo, el polilla no puede evitar recibir dos traicioneros disparos,
uno en la pierna y otro en
el abdomen. Su mundo se para, la realidad parece haberse detenido, su campo de
visión se estrecha en un instante, sólo ve lo que tiene exactamente delante
de él. Se tiende en el suelo, se nota sin fuerzas, intenta reaccionar,
pero él, siempre fuerte y vigoroso,
sólo tiene energías para permanecer tendido, mirando impotente la suerte que pueda correr su
compañero de fatigas…
El jienense no ha perdido el tiempo; justo al ser alertado y oír
los tiros,
con la máxima rapidez desenfunda su arma reglamentaria y
comienza a disparar hacia uno de los ocupantes, que
ya le ha
tomado como objetivo también a él y le ha alcanzado en uno de sus brazos.
El guardia continúa disparando hasta
vaciar el cargador, y le cuesta un triunfo
volver a montar su arma con un solo brazo, pero viendo a su compañero
tendido en el suelo, saca fuerzas de flaqueza y consigue mantener el
tiroteo, hiriendo a uno de los terroristas.
Los dos asesinos acaban de descender del vehículo. Uno ha
recibido una herida en el cuello y permanece herido en las
inmediaciones del lugar, no puede escaparse.
El otro, salta la mediana de la calzada y huye en un vehículo que
secuestra a punta de pistola.
Atrás deja a un joven guardia civil herido
mortalmente, y a su compañero que trata en vano de perseguirle…
-Pues tenemos que ir por el centro comercial de no sé donde
-le
dice su mujer a C-, que ya sabes que luego se pone todo lleno de gente
en Navidad y no hay quien compre.
-Como quieras, pero vamos a tardar un poco, ¿no ves que hay
retención?, dita sea, qué mala suerte -dice
C al ver
la circulación saturada de la A6.
De todos modos
al hombre le extraña que haya tanta circulación
siendo poco más de las tres de la tarde. Él conoce bien esta
zona, pertenece a la
Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y pasa
muy a menudo por este lugar con la moto; se sabe
cada uno de los recovecos de la autovía, cada curva, cada línea, las
horas punta…
-Aquí está pasando algo, hay un coche patrulla ahí.
Voy a
bajar y les pregunto a los compañeros si saben alg...
-se queda sin
palabras al ver el espectáculo- ¡Me cagon la leche!
¡Pero si los guardias están
en el suelo, sangrando!
Inmediatamente desciende del vehículo, raudo, veloz...
Le duele
el alma casi tanto como a los dos guardias sus heridas,
le duele verles derramar la
sangre que están derramando.
-¿Qué ha pasado, quién os ha hecho esto? –pregunta,
angustiado,
tratando de ayudarles…
-Han sido dos tíos, uno está
por ahí y el otro se acaba de ir en un
coche dirección Coruña -le responde un guardia con acento
de Jaén,
al que el dolor del brazo sólo le permite musitar esas
palabras.
C. mira a su alrededor y busca
al
causante del tiroteo pero en
seguida repara en el otro guardia, herido de muerte e inmovilizado junto al Ford
Escort azul. Echa a correr hacia el coche patrulla y lanza un
mensaje
que rasga el silencio y vibra
dramático para despertar la apacible tarde
de la Comandancia de Madrid.
-Urgente para Cota. Tiroteo en el
kilómetro 38. Hay dos compañeros heridos.
Las patrullas más cercanas dejan inmediatamente todo cuanto están
haciendo: Esa denuncia del cinturón, esa discusión por una preferencia
de paso… Todo. Hay un compañero
que solicita ayuda urgentemente y eso es algo sagrado;
a un compañero no se le puede dejar solo en esos momentos.
Los coches patrulla hacen ulular sus sirenas
y los pirulos
azules lanzan sus destellos en todas las carreteras
mientras se dirigen al lugar del suceso y organizan controles.
Al mismo tiempo, C., decidido, observa sus manos; tan sólo porta en
ellas el paraguas que su mujer le ha dado instantes antes, cuando se
bajaba del coche para enterarse del motivo del atasco…; no lo piensa un
instante, se lanza hacia el tipo que permanece a unos metros de la
patrulla y, tras reducirle para evitar que volviese a
usar su pistola, le dice: “Queda usted detenido por un presunto delito de
atentado contra agentes de la Autoridad. Ahora le leo sus derechos...”
El polilla, a cada
instante, siente más la oscuridad en sus ojos, su mirada se
fija en una nube caprichosa que en aquel preciso momento está sobre él,
inmóvil.
Su vida pasa lentamente ante sus ojos; recuerda su infancia, su
primera comunión, los días de reyes, sus cumpleaños, su alegría cuando
ingresó en el colegio de Valdemoro, su alegría cuando le cantaron el “Adiós Polilla” y
comenzó a ser definitivamente lo que él quería ser: guardia civil...
Llega al justo y preciso instante en que se halla, y, ante toda
una vida llena de cariño y atención a los demás, sólo puede esgrimir una
última sonrisa dedicada a todos aquéllos a los que siempre ha
apreciado; sus familiares, sus grandes amigos y sus
buenos
compañeros….
Sólo le da tiempo a ver,
quizá a intuir, como se acercan a
lo lejos, aparte de los pirulos azules que tan bien conoce,
los pirulos
amarillos, los de las ambulancias que ya llegan para auxiliarle…
Pero él tiene que ir a darle novedades a Dios,
porque ha sido llamado a
un nuevo destino y debe partir…
Atrás deja
los
importantes atentados terroristas que ha conseguido
evitar en Madrid, a costa de pagar con su vida, pero
el polilla se siente satisfecho porque
sabe que ha salvado de la muerte a decenas de personas… Ese pensamiento
y el recuerdo de su familia le
consuela en sus últimos momentos.
No los verá más pero siempre estará con ellos, como esa
nube
caprichosa que ve ahora, mientras sus ojos se cierran...
Se cierran... Se cierran sin que su rostro deje de reflejar la plácida
sonrisa del que tiene su deber cumplido.
Sin embargo, el gran polilla no ha acabado su servicio… poco
después de darle novedades a Dios, le pide permiso para cumplir su último
cometido.
-Verá, Señor, ya sé que llevo aquí
sólo unos minutos, pero quiero hacer una
cosa…- pide el polilla, que se siente fuerte
y seguro en presencia de Dios…
-Lo que quieras, polilla, lo que quieras…. Te lo doy como regalo
de bienvenida -le responde el Todopoderoso, complaciente,
porque sabe que
tiene ante sí a un gran hombre.
-Me gustaría terminar el trabajo que he empezado esta tarde
-le
pide el polilla.
-Sea, polilla, sea… Te lo mereces
-concede Dios, y a continuación
le permite realizar lo que ha pedido.
San Sebastián. En una
estación de autobuses un individuo se baja de un
autocar disimulando a duras penas su nerviosismo. Intenta estar
tranquilo, no pasa nada, nada va con él… Se baja del
autobús pero antes de que pueda
realizar un solo movimiento,
una decena de personas le rodean, se identifican como policías y le
detienen por un presunto delito de atentado contra agentes de la
Autoridad.
El
polilla sonríe, satisfecho; la pequeña y blanca nubecita que
estaba, como infiltrada,
cerca de los enormes nubarrones del plomizo y lluvioso
cielo donostiarra, se evapora de esa estación de autobuses. Su cometido ha
finalizado. Ya puede dar por terminado su servicio sin novedad.
Homenaje por el 6º
aniversario de tu mejor servicio. Jamás te olvidaremos. (Dedicado a los
3 compañeros que derrocharon valor, abnegación y valentía en aquella
tarde del 17 de diciembre de 2002. En especial a Antonio Molina Martín.
¡Qué
grande serás siempre, compañero...!)
P.D. Eres una de las causas
por las cuales soy lo que soy.
Fdo:
Un compañero que siempre te admirará.
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