EL ASESINATO DEL FUNCIONARIO DE PRISIONES MÁXIMO CASADO CARRERA
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El domingo, día 22 de octubre de 2000, los nacionalistas vascos de ETA asesinaron de nuevo a una persona inocente. En esta ocasión decidieron matar a un funcionario de prisiones del Centro Penitenciario de Nanclares de la Oca (Álava). Máximo Casado Carrera era un funcionario más, que se limitaba a ser un buen profesional y que defendía a sus compañeros desde el sindicato Comisiones Obreras. Aparte de todo esto también era un hombre demócrata que se negaba a aceptar la dictadura del miedo impuesta por los nacionalistas vascos de ETA. Máximo Casado, en defensa de su libertad, se llegó a enfrentar a dos vecinos suyos del entorno de ETA, harto ya de sus rastreras amenazas. El comentario que puede oírse por la ciudad de Vitoria es que de ahí partieron las informaciones necesarias para consumar su asesinato. Aún no se sabe con seguridad, pero no hay que olvidar que los terroristas pusieron la bomba en el coche del funcionario, cuando estaba aparcado en el garaje subterráneo del bloque de pisos donde también viven esos dos individuos, y cuyo garaje tenía la particularidad de ser privado y cerrado a las personas ajenas a la comunidad de vecinos.
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Para asesinar a
Máximo Casado, los nacionalistas vascos de ETA pusieron dos kilogramos de un potente
explosivo que se activó cuando se iba a trabajar sobre las 7 de la mañana. Como es
lógico su esposa y su hija, igual que el resto de los vecinos, se despertaron a
consecuencia de la intensa explosión, y cuando la mujer de Máximo preguntó qué había
ocurrido sólo le dijeron: "Ha sido tu marido". Es fácil imaginarse el profundo
dolor de esa mujer y de su hija de 12 años cuando les comunicaron la noticia... Y, del
mismo modo, también es fácil imaginarse a ETA y su entorno disfrutando
extraordinariamente al comprobar el "éxito" de su "hazaña", porque
efectivamente para los nacionalistas vascos de ETA y para "todo" su entorno
siempre será un éxito eliminar a un votante no-nacionalista, y si matando a un inocente
consiguen que su familia se exilie del País Vasco, mejor que mejor, porque de ese modo se
habrán quitado de un plumazo unos cuantos votos más de personas que no votan su
fascismo... No hay duda de que ése es el único medio que le queda al nacionalismo vasco
para ganar su hipotético referéndum: MATAR A LOS DEMÁS.
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En el momento del atentado, el hijo mayor de Máximo, de veinte años, tuvo que volver de Cartagena para ver a su padre metido en un féretro. Cómo podía haberse imaginado que la próxima vez que lo viese sería en su funeral... ¿Qué creerán los nacionalistas que van a conseguir de este modo? ¿Acaso paz? ¿Acaso fraternidad?. No, en absoluto. Los nacionalistas sólo recogerán odio y fractura social; ese mismo odio que su fundador y maestro Sabino Arana con tanta habilidad supo recrear en sus escritos. ¿Qué puede sentir ese hijo por el nacionalismo vasco que asesinó a su padre? ¿Qué puede sentir ese hijo cada vez que oiga la palabra "gudari"? ¿Qué puede sentir ese hijo cada vez que, en su exilio, le nombren a su propia tierra, Euskadi?. ¿Qué clase de gente puede ser la que asesina indiscriminadamente por una idea? ¿Qué clase de gente puede ser la que no duda en pactar en secreto con los asesinos? ¿Qué clase de gente puede ser la que no se inmuta cuando ve el incesante goteo de muerte y exilio que están padeciendo los vascos demócratas?. Sin duda estamos hablando de gentuza, gentuza vil y desalmada que no duda en practicar o aceptar el genocidio sólamente para tratar de que triunfe su ideal bastardo.
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Porque, ahora, la
viuda y los hijos de Máximo han tomado la decisión de marcharse del País Vasco...
¡Otro nuevo exilio de vascos no-nacionalistas y otro nuevo triunfo del fascismo
sabiniano!. Esta es una nueva demostración del "éxito" de la política
nacionalista vasca, esa misma política que aglutinó a los terroristas con los
nacionalistas que se hacen llamar demócratas, bajo la bandera de la exclusión y el odio,
esa misma política que se unió, en un nacionalismo retrógrado, contra más de la mitad
de los vascos para tratar de conseguir un fin que la mayoría no desea. Pero en una demostración de serenidad y sentimiento democrático, la viuda de Máximo ha querido dejar una carta de agradecimiento y despedida para todos: Para esa Iglesia Católica vasca que tantas veces ha pasado de puntillas sobre los muertos no-nacionalistas, para los políticos de todo signo en quien a pesar de todo sigue confiando; para CCOO, el sindicato de su marido, para sus amigos, para las decenas de miles de vitorianos que protestaron en la calle contra los fascistas, e incluso para los asesinos de la persona que más quería, a quienes les ha recordado que únicamente han conseguido que se reafirme todavía más en sus convicciones y en el amor por su marido. Esta es la carta de Conchi:
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GRACIAS, DE CORAZÓN (Conchi Jaular, viuda de Máximo Casado) Ahora que van pasando lentamente las horas, recuerdo más que nunca aquellos versos de Miguel Hernández, en los que lloraba a la muerte de su amigo, cuando decía "tanto dolor se agolpa en mi costado que, por doler, me duele hasta el aliento". Pero desde ese dolor, sobre todo, quiero daros las gracias. Gracias a mi familia que ha sabido unir su dolor al mío. Gracias a los amigos, a los amigos de hoy y a los que también lo serán mañana. A los compañeros de Máximo, compañeros del alma, compañeros. A ti Pepe, gracias, y a todos los de CC OO porque sin vuestro calor y vuestra ayuda me siento perdida. A ti Javi, a ti Eva, a ti Teresa, a ti padrino..., a todos vosotros, amigos, que me estáis arropando cuando siento frío. A ti Subdelegado del Gobierno y a tu hija, gracias por vuestro exquisito trato y vuestra compañía. A vosotros, los políticos que me habéis visitado, qué os voy a decir, también gracias, os comprendo, y en parte mi futuro, nuestro futuro, sigue en vuestras manos. A vosotros miembros de la Iglesia, a pesar de que vuestras creencias sean distintas, gracias por vuestro apoyo humano. A ti Vitoria, a vosotros vitorianos anónimos que nos acompañasteis en la Capilla Ardiente y en la manifestación, gracias de corazón por vuestro apoyo y respeto. Ahora que me marcho, gran parte de mi vida queda aquí. Alguien dijo que detrás de todas las lágrimas se rezaga una esperanza, y así quiero creerlo. Por eso, gracias a todos, a los que llorasteis conmigo y con mis hijos, y a los que comprendéis mis lágrimas. Y a vosotros, miembros de Eta, a los que
los apoyáis, qué os puedo decir. Me habéis arrebatado lo que más quería en el mundo,
pero desde el inmenso dolor desde el que agradezco a la buena gente su solidaridad, sólo
puedo deciros que lo único que habéis conseguido es fortalecer infinitamente mi amor por
Máximo y por mis convicciones. |
Pero no sólo Conchi
y sus hijos han llorado la pérdida de un ser querido... También los padres de Máximo se
han visto obligados a ver, en su serena vejez, cómo lo peor del nacionalismo vasco se
cebaba mortalmente con su hijo. Los padres de Máximo. Gente sencilla de un pueblecito de
León que nada entienden de la enloquecida carrera del nacionalismo vasco hacia ninguna
parte, gente buena que educaron a su hijo para que, ahora, el fascismo inculcado por Sabino Arana acabase de un modo absurdo con su
vida. ¿Alguien puede entenderlo?. ¿Qué padres, qué esposas y qué hijos de
nacionalistas vascos lloran cada día por el asesinato despiadado de alguno de los suyos?.
Ninguno. En esta absurda situación sólo llora una parte de la sociedad vasca, sólo se
ve obligada a exiliarse una parte de la sociedad vasca y sólo sufre el terror de la
violencia mafiosa una parte de la sociedad vasca... Los demás... son nacionalistas. En la foto de abajo, los nacionalistas sonríen satisfechos de su pacto secreto... |
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