El día 9 de enero de 2001 los nacionalistas vascos de ETA intentaron cometer un crimen más propio de psicópatas que de simples terroristas.

Los familiares, amigos y compañeros del concejal vasco no-nacionalista José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga, que fue asesinado justo tres años antes por los nacionalistas vascos de ETA, se reunieron en el cementerio de Zarauz, donde está sepultado, para rendirle un homenaje póstumo.

Asistieron al acto unas ciento cincuenta personas entre familiares y amigos, y destacaban de un modo especial diversos miembros del Partido Popular del País Vasco.

Lo que ninguno de los asistentes se imaginaba era que en la jardinera que está al lado de la tumba de José Ignacio, los nacionalistas de ETA habían puesto una bomba conteniendo unos cinco kilogramos de dinamita con abundante metralla.

Según los expertos, la explosión podría haber acabado con la vida de una gran parte de los asistentes, que habrían sufrido los efectos de la bomba en el momento en que más apiñados estaban junto al panteón de José Ignacio.

Por desgracia para los psicópatas de ETA falló el mando a distancia con el que pretendieron activar el explosivo, y su "heroica" acción no obtuvo los efectos esperados.

Los efectos esperados... Imagínense.

Imagínense a decenas de personas despedazadas por la violencia de la bomba, imagínense los miembros amputados y ensangrentados mezclados con trozos de lápidas, fragmentos de viejos ataúdes e incluso antiguos restos humanos esparcidos por todo el cementerio a causa de la explosión... Imagínense los nichos rotos y abiertos por la violencia de la metralla...

¡Qué magnífico espectáculo para un psicópata! ¡Qué magnifico espectáculo para un nacionalista vasco de ETA!.

¿Y ustedes creen que el lehendakari "de todos los vascos" (¡ay, que risa!) tuvo la dignidad de llamar por teléfono a los familiares o al presidente del Partido Popular del País Vasco para solidarizarse con ellos?, pues no. O al menos no lo hizo en las siguientes veinticuatro horas del atentado frustrado.

Lo que sí hizo ese gobierno "de todos los vascos" (otra vez ¡ay, que risa!) fue mandar a su portavoz para hablar sobre "la degradación en que había caído ETA". Asómbrense: "la degradación en que ha caído ETA", o sea que si -según Josu Jon Imaz- ETA ha caído en degradación ahora, eso significa que antes de esto ETA todavía no había caído en "degradación"... Vamos que para el Partido Nacionalista Vasco, ETA todavía no había caído en degradación cuando en 1974 asesinó indiscriminadamente a 12 personas en la calle Correo de Madrid, ni había caído en degradación cuando asesinó en 1986 a 12 guardias civiles en la Plaza de la República Dominicana de Madrid, ni había caído en degradación cuando en 1987 asesinó a 11 personas (entre ellas cinco niñas) en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, ni había caído en degradación cuando mantuvo secuestrado y maltratado en un infecto y minúsculo zulo a Ortega Lara durante un año y medio... Vamos que para decir que ETA "ha caído en degradación", al PNV le ha hecho falta que la lista de asesinados se acerque a los novecientos y que finalmente sus repugnanes socios hayan decidido poner bombas hasta a los muertos que descansan en los cementerios...

El Partido Nacionalista Vasco debería saber que ETA es la más repugnante degradación del nacionalismo vasco desde el instante mismo de su creación, y no considerar a los asesinos de ETA la mejor representación de la degradación humana DESDE EL INSTANTE MISMO DE SU CREACIÓN es estar también un poco degradado... Pero tampoco nos debe extrañar que el nacionalismo vasco congenie tan bien con los asesinos de ETA, porque el nacionalismo vasco, desde que lo inventó Sabino Arana a finales del siglo dieciocho, ha sabido distinguirse, igual que su fundador, por sus abominables ideas racistas contra todo aquél que no sea de "pura raza vasca"...

¡Qué le vamos a hacer ! Así es el nacionalismo vasco y éstas son sus consecuencias.

Que nadie se lleve a engaño: No hay nacionalismo democrático en el País Vasco.