EL ASESINATO DEL PROFESOR DE UNIVERSIDAD Y MAGISTRADO JUEZ DE BILBAO, JOSÉ MARÍA LIDÓN CORBI
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Eran las 7'25 de la mañana del día 7 de noviembre de 2001 cuando los nacionalistas vascos de ETA nuevamente asesinaron a un inocente en la calle Mariandresena, de Algorta-Guecho (Vizcaya). José María Lidón Corbi salía del garaje de su casa en su coche y acompañado por su mujer, Marisa Galarraga. Inmediatamente delante iba su hijo Íñigo, de veinte años, también con su vehículo particular. Al llegar a la rampa de salida, dos asesinos de ETA le estaban esperando y dispararon sobre él hasta que consideraron que había muerto. Después, según una testigo presencial, se marcharon andando con toda tranquilidad, ya que los etarras saben a ciencia cierta que en el País Vasco son poquísimos los que van a tener el VALOR de denunciarles.
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Precisamente
su hijo Íñigo, dramático testigo del asesinato de su padre, fue el que
dio aviso a la Ertzaintza, mientras la madre se abrazaba a su marido
ensangrentado, enloquecida de dolor y sin entender nada de lo que había
ocurrido.
José María no murió instantáneamente y en un primer momento recibió atención médica en el mismo lugar del atentado, pero debido a la gravedad de sus heridas nada se pudo hacer por su vida.
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Con la "habilidad" que "caracteriza" a los nacionalistas vascos de ETA -cuando se trata de matar a gente indefensa por la espalda- uno de los disparos fue directo a la nuca de José María, y precisamente ese disparo fue el que lo mató. Probablemente a ese "carácter pistolero" es al que se refería Arzallus, el Presidente del PNV, cuando a primeros de septiembre del pasado año ensalzaba la raza vasca con respecto a la catalana en la revista austríaca "Profil" diciendo: "Uno no se puede imaginar a un catalán con el arma en la mano, pero a un vasco sí. Eso no está bien pero es así. Es una cuestión de carácter".
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José
María Lidón Corbi tenía 50 años y era un catalán de Gerona "imposible
de imaginarle con una pistola en la mano". Siendo un niño se fue a
estudiar a Bilbao, y tras hacer el bachillerato empezó la carrera sin
moverse del País Vasco. Allí conoció a su mujer, Marisa Galarraga, nacida
en Euskadi, y con ella tuvo dos hijos también vascos.
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Era profesor de la Universidad de Deusto (Vizcaya) y Magistrado Juez de la Audiencia de Vizcaya y se limitaba a impartir justicia con todas las garantías de la democracia española, garantías que llegan al extremo absurdo de consentir que haya un partido político (Batasuna) que apoya el terrorismo de ETA y que demasiadas veces se nutre de asesinos para sentarlos en los escaños de los parlamentos. Garantías que consienten que estos asesinos puedan reírse a carcajadas de las víctimas y de sus familiares después de cumplir los diez o doce años de cárcel que habitualmente se cumplen en España por un asesinato premeditado. Y garantías, en fin, que son las que propician la existencia de asesinos como los que han matado a José María Lidón.
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Inmediatamente
después de recibir la terrible noticia, los familiares catalanes de José
María Lidón se trasladaron a Bilbao sin asimilar aún el terrible drama
que el terrorismo etarra había hecho caer sobre su familia. Nadie podía
imaginar que ETA pudiera atentar contra aquel buen padre de familia, amigo
de gastar bromas y de carácter abierto y alegre.
Aunque en el fondo todos sabemos los motivos que los nacionalistas vascos de ETA han tenido para asesinar a este Juez: MAFIA, simple mafia. José María Lidón, en un acto de valiente profesionalidad (cosa muy difícil en el País Vasco), condenó a diez años a un encapuchado miembro de ETA en prácticas, un tal D.O.R., porque el día 21/12/96 lanzó un cóctel molotov a una mujer, la cual resultó herida con quemaduras de diversa consideración. De todos modos supongo que este criminal ya estará en la calle, porque lo habitual es que en nuestro país, cuando se condena a diez años de cárcel suelen cumplirse cinco como mucho y punto. En España somos así.
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Lejos queda ya la brillante época de estudiante de
bachillerato de José María Lidón (en la foto en blanco y negro, el niño
de la derecha), e imposible será que vuelva a reproducirse la imagen de la
derecha, cuando participó en la licenciatura de su hijo mayor. Será
imposible que José María pueda participar del mismo modo cuando llegue el
momento en que Íñigo también se licencie en la Universidad, y su madre
llorará notando la falta de su marido, y a Íñigo se le empañarán los
ojos y se limitará a forzar una leve y triste sonrisa, la misma triste
sonrisa que fuerzan la mayor parte de los vascos cuando son entrevistados en
la calle por cualquier televisión y dicen: "Aquí hay mucho
miedo. No se puede hablar".
Sabino Arana, ETA, Arzallus... Habéis conseguido hacerle a los vascos lo que ni siquiera Franco consiguió: Esclavizarlos, aterrorizarlos y callarlos. Sois mierda.
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