Secuencia de la detención de uno de los violentos por parte de la Guardia Civil.

Otro de los violentos es conducido en este caso por la Policía Nacional.

Nueva detención por las Fuerzas de seguridad y recogida de pruebas.

El abertzale en cuestión (en el centro del círculo) mira desafiante a los antidisturbios de la Ertzaintza, deseoso de "entrar en combate". Lo más probable es que, para animarse un poco, antes de acercarse al "campo de batalla" haya dado buena cuenta de una botella -o dos- de calimocho, quizá acompañada de una rayita de speed.

La cosa se anima -ya que las drogas van haciendo su efecto- y nuestro abertzale se acerca a un contenedor de basura (¿a qué otra cosa podría acercarse un abertzale?) para moverlo hasta el centro de la calle, con el fin de protegerse de la reacción de la Ertzaintza cuando él y sus colegas empiecen a tirarles piedras.

Las provocaciones a la Ertzaintza van subiendo de tono, y un colega de nuestro abertzale -también abertzale, por supuesto-, dirigiéndose a los ertzainas hace el gesto propio del que no tiene cojones, es decir, hace ese clásico gesto que siempre se observa en los cobardes cuando saben que la persona a la que provocan está a prudente distancia. Nuestro abertzale se encuentra en el portal concentrándose para realizar su heroicidad del día.

Y ahí tenemos de nuevo a nuestro abertzale en acción, emulando a los más valientes, gallardos y bizarros luchadores que jamás haya habido en la historia, y lanza una piedra contra la policía vasca (su propia policía), que se está limitando a estar ahí, sin responder a las continuas provocaciones e insultos de nuestro abertzale y sus colegas.

Para que nadie pueda decir que estas fotos son una manipulación y que nuestro abertzale estaba bailando rap en vez de tirando una piedra, no queda más remedio que poner la secuencia completa de ese movimiento en el que el brazo coge impulso desde atrás y se lanza hacia delante con fuerza, para soltar la piedra y que vaya a la máxima velocidad en dirección a los policías a los que quiere agredir.

Y ahora vemos a nuestro abertzale al final de la secuencia de lanzamiento, que ya tiene la mano abierta porque ha soltado la piedra con la que pretende herir a los policías vascos. Hay que reconocer que la bravura de nuestro abertzale no tiene límites, porque sin duda alguna es una innegable prueba de valor y nobleza tirar piedras a unos policías que se limitan a estar observando, sin hacer nada, a pesar de las provocaciones e insultos que desde hace rato les están regalando él y sus colegas abertzales.

Y después del lanzamiento de la piedra, nuestro abertzale y su colega (el de los cojones) celebran el resultado de la pedrada porque, probablemente, haya golpeado a algún ertzaina. Aun así, la Ertzaintza permanece impávida, sin dar respuesta a las provocaciones, insultos y agresiones de nuestro abertzale y sus colegas.

Y después de muchas pedradas y agresiones, como es natural la Ertzaintza acabó cargando y se produjo la clásica desbandada de los "valientes" de las piedras y los cojones (todos ellos etarrillas), entre los que podemos divisar a nuestro abertzale a la derecha de la foto, el cual es evidente que cuando las cosas se ponen feas deja a un lado su afán de protagonismo y prefiere mezclarse entre sus colegas, más que nada para evitar que los ertzainas le puedan pegar un chuchazo, o que una pelota de goma perdida le dé en un ojo.

Pero hete aquí que nuestro abertzale no tuvo la suerte que él hubiera deseado para sí mismo y, efectivamente, una pelota de goma -o un chuchazo, no sé- acabó impactando en su cara de gilipollas y nuestro abertzale terminó en el hospital, seguramente alegando que los fascistas le habían torturado. Y aquí se acaba la historia de nuestro abertzale, cuya historia es sólo una más de las tantas y tantas que todos los días se viven en el País Vasco. Qué pena me da mi pobre abertzale... Je, je, je... Qué pena.