LOS DEMÓCRATAS DEL MUNDO TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE ACABAR CON EL TERRORISMO Y CON LOS PAÍSES Y PARTIDOS POLÍTICOS QUE LE DAN COBERTURA

EL ATENTADO TERRORISTA CONTRA LAS TORRES GEMELAS DE NUEVA YORK

(Martes,11 de septiembre de 2001)

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Eran las 8,45 de la mañana del martes, 11 de septiembre de 2001, cuando un avión Boeing 767 de las líneas aéreas American Airlines chocó contra la Torre Norte del World Trade Center de Nueva York. Llevaba 92 pasajeros a bordo y había sido previamente secuestrado por integristas islámicos que se hicieron con el control de la nave y la estrellaron contra el edificio.

 

El rascacielos, de 110 pisos, sufrió el impacto a la altura de la planta 80 aproximadamente. En aquel momento había en la torre más de 25.000 personas trabajando en los diversos negocios que se ubican en el edificio o haciendo una visita turística. Eran civiles de todo tipo: Ejecutivos, oficinistas, empleados de limpieza, camareros, personas disfrutando de vacaciones...  

 

Se calcula que en el momento del impacto murieron varios cientos de personas y muchos cientos más quedaron aisladas por encima del piso 80 a la espera de una muerte segura. Inmediatamente llegaron centenares de bomberos y policías para tratar de evacuar a la mayor cantidad de gente posible, al mismo tiempo que miles de litros del combustible del avión bajaban ardiendo por los huecos de las escaleras y los ascensores arrasándolo todo.

 

Y mientras las otras 25.000 personas que se encontraban en la Torre Sur miraban alucinadas el drama que estaba sucediendo en el edificio vecino, otro avión, también secuestrado por terroristas islámicos y con 65 personas en su interior, se lanzaba a vertiginosa velocidad y ante la vista de todo el mundo, contra la planta 50 de su propio edificio provocando otra impresionante masacre.

 

El avión entró por el piso 50 de la Torre Sur igual que entraría un cuchillo en un bloque de mantequilla y, una vez dentro, explosionó con terrorífica violencia, esparciendo por el interior del edificio el ardiente queroseno que en aquel momento llenaba sus tanques hasta los bordes.

 

En la Torre Sur el atentado fue aún más dañino, ya que al estrellarse el avión hacia la mitad del edificio, se perdía la esperanza de salvación para todas las personas que se encontraban por encima del impacto.

 

Hasta el momento del ataque contra el segundo edificio -veinte minutos después de la primera colisión- no se supo con seguridad que se trataba de un atentado terrorista, y a partir de ese momento los ciudadanos de la civilización occidental supimos que los integristas islámicos, vilmente apoyados por algunos países de oriente medio, nos habían declarado la guerra.

 

Las personas que se habían quedado aisladas por el fuego pedían socorro desesperadamente a través de las ventanas rotas, tratando al mismo tiempo de alejarse de la atmósfera viciada por el humo contaminante que llenaba el interior del edificio.

 

Y presos de la desesperación, muchos fueron los que prefirieron morir lanzándose al vacío, antes que esperar una espantosa muerte abrasados por el fuego o la lenta agonía del que finalmente pierde la vida asfixiado.

 

Poco después de las 10 de la mañana la Torre Sur (la que recibió el segundo impacto), cayó a plomo sobre sí misma igual que si se tratase de un derribo controlado. Al parecer ésta fue la primera en caer porque su estructura sufrió más al haber recibido el impacto a una altura inferior.

 

Desde que el segundo avión se estrelló contra la Torre Sur hasta que se derrumbó, transcurrió una hora aproximadamente que hizo totalmente imposible la evacuación de las personas que podrían haber salido del edificio, y con ellas murieron aplastados cientos de bomberos, policías y sanitarios que ayudaban en las tareas de rescate.

 

Al caer la torre, una gigantesca nube de polvo, cascotes y cristales se levantó del suelo con la furia de un ciclón, cayendo después como una mortal lluvia que hería y mataba a todos los que intentaban huir de aquel infierno.

 

Pocos minutos después la Torre Norte también se derrumbó en caída vertical, matando a las personas que aún no habían conseguido llegar a la calle por encontrarse en los pisos más altos. Con la caída de la segunda torre se perdió la clásica línea del cielo de Manhattan, y los neoyorkinos, los estadounidenses y el resto de la civilización occidental  sentimos ese profundo dolor que los integristas islámicos con tanto acierto han sabido producirnos.

 

Y otro infierno de polvo y cascotes inundó nuevamente las calles de Nueva York con el derrumbe de la Torre Norte, aplastando otra vez a multitud de personas, entre las que abundaban bomberos, policías y sanitarios, que sin duda han sido los primeros héroes de esta guerra sucia y cobarde que los integristas islámicos nos han declarado al mundo occidental.

 

Ésta y las siguientes cinco fotografías han sido extraídas de una cinta de vídeo doméstico con la que un médico estaba grabando en el momento del derrumbe.

 

Sin dejar de grabar se alejó lo más rápidamente que pudo del edificio, tratando de huir de la mortífera lluvia de infinidad de materiales que lo arrasaba todo.

 

Y mientras grababa también comentaba con increíble sangre fría el drama que en aquel momento estaba sucediendo a su alrededor.

 

Salió ileso gracias a que se metió prácticamente debajo de un automóvil que estaba aparcado.

 

Después de que el edificio se viniera abajo, una densa nube de asfixiante polvo llenó la atmósfera, y el doctor le pidió la máscara a un bombero que se encontraba próximo, para realizar algunas inspiraciones que le ayudasen a respirar.

 

Inmediatamente después -y sin dejar de grabar- este médico "reportero" empezó a buscar entre los escombros a personas heridas que necesitasen atención médica.

 

Y cuando la gigantesca nube de cancerígeno polvo de amianto empezó a disiparse, un tenebroso paisaje apareció difuminado ante los ojos de todos los que tuvieron la suerte de no morir en aquella hecatombe.

 

Todo el mundo estuvo de acuerdo en que éste es el tétrico panorama que más podría asemejarse al resultado de un bombardeo nuclear.

 

Partes de las fachadas de las torres permanecían clavadas en extraños equilibrios, entre toneladas de escombros e infinidad de irreconocibles restos humanos que sólo podrán ser identificados mediante pruebas de ADN.

 

Y entre tanta desolación empezaron a aparecer nuevamente los bomberos, como si de seres indestructibles se tratase, para buscar -ahora entre los escombros- a los miles de personas que el enloquecido integrismo islámico quiso asesinar por extraños e incomprensibles motivos religiosos.

 

El terrible paisaje que podía verse en esta zona de Nueva York parecía sacado de un film bélico, aunque en este caso las ruinas son auténticas, el estupor es real y los miles de muertos son muertos de verdad, muertos reales que nada tenían que ver con el integrismo islámico ni con la locura de esos países que le miman y le protegen.

 

Entre los escombros y la destrucción, los equipos de rescate trataban de buscar gente a la que poder ayudar, aunque desgraciadamente eran pocos los heridos que aparecían entre las ruinas, los cascotes y el polvo.

 

Inmediatamente se empezaron a recoger los cadáveres que se iban hallando entre los miles de toneladas de escombros en que se había convertido Manhattan.

 

Tan grande era la cantidad de restos humanos que se estaban recogiendo, que Rudy Giuliani, el alcalde de Nueva York, tuvo que pedir decenas de miles de bolsas para poder clasificarlos con el fin de realizar después las pruebas de ADN que permitieran identificarlos.

 

Y mientras los equipos de rescate se afanaban en organizarse entre tanto caos, ya todos habíamos asimilado que aquello era una declaración de guerra en toda regla contra occidente, guerra sin duda alentada por los países integristas islámicos.

 

Porque todos somos conscientes de que los integristas islámicos sienten un odio tan irracional contra la civilización occidental, que llegan al extremo de convencer a sus desgraciados jóvenes para que cometan crueles atentados suicidas que siempre producen una gran cantidad de víctimas.

 

Y para conseguir hacernos todo ese daño que ellos nos desean, actúan como sólo saben hacerlo los cobardes, es decir utilizando el terrorismo, y el terrorismo no es otra cosa que el asesinato a traición de personas inocentes mediante el uso de toda la crueldad que sólo los seres más ruines y viles de este mundo son capaces de imaginar.

 

Porque a todos nos gustaría saber de qué culpaban los integristas islámicos a los 55.000 civiles que estaban trabajando en las torres gemelas de Nueva York. ¿Por qué quisieron asesinar a tantas personas inocentes? ¿Acaso consideraban enemigos a los economistas, limpiadoras, camareros y turistas de las torres?.

 

Nadie lo entiende aunque en realidad supongo que es muy fácil de comprender. Los integristas islámicos buscan exactamente lo mismo que ETA en España, que no es otra cosa que lo conocido como "acción-reacción-acción", con la esperanza de que la reacción de las víctimas ante el atentado provoque unos daños a terceras personas que finalmente aumenten las simpatías de éstas hacia los terroristas, dándoles legitimidad para seguir asesinando.

 

No sé cuál será la reacción de occidente ante este ataque brutal, pero supongo que si no se hace nada, es cuestión de tiempo que el próximo avión secuestrado (o alquilado) se estrelle contra la Torre Eiffel, el Big Ben o las Torres Kio. Y aunque no tengamos pruebas físicas sobre quiénes son los responsables -porque se callan como insidiosos cobardes-, en el fondo todos tenemos el íntimo convencimiento de que son los que son y que todos conocemos de sobra. En España pasa exactamente igual con el terrorismo nacionalista vasco.

 

Al día siguiente, los periódicos del mundo entero nos enseñaron las terribles imágenes del atentado suicida contra las torres gemelas, y todos estuvieron de acuerdo en que lo sucedido era un auténtico acto de guerra.

 

Al mismo tiempo, las catedrales e iglesias cristianas de medio mundo abrieron sus puertas para que la gente rezase por los miles de personas asesinadas en nombre del integrismo islámico.

 

Durante varios días estuvo prohibido sobrevolar el cielo de Nueva York, y cuando por fin cesó la prohibición, todos pudimos ver la humeante cicatriz que el atentado había dejado en Manhattan.

 

Porque, increíblemente, una semana después del atentado, las ruinas de las torres gemelas continuaban desprendiendo un interminable humo gris que revelaba la dramática y larga agonía del World Trade Center.

 

Tras diversas investigaciones, los Estados Unidos han llegado al convencimiento de que el responsable de este ataque es Osama Bin Laden, un multimillonario terrorista de Arabia Saudí que actualmente se encuentra en Afganistán, protegido y escondido por los talibanes, que son los criminales que ostentan el poder en ese país.

 

Y muy lógico es que los talibanes ayuden y protejan a estos asesinos porque su razón de vivir es asesina en sí misma. Los talibanes odian todo aquello que no sea su propio modo de ver la vida, y están convencidos de que los que no pensamos como ellos estamos equivocados y consiguientemente no merecemos vivir.

 

Los talibanes ejercen un dominio brutal sobre las mujeres a las que han privado de todo tipo de derechos. Las mujeres afganas están obligadas a vestir el "burka", que es una túnica que las cubre por completo de la cabeza a los pies, y sólo están autorizadas a realizar una pequeña abertura en forma de rejilla frente a los ojos para poder ver.

 

Las mujeres afganas no pueden saludar ni responder al saludo de ningún hombre, y tienen prohibido leer y escolarizarse. Los talibanes tienen sometida a la mujer a una esclavitud absoluta, pero eso no significa que los hombres sean mucho más libres, porque en Afganistán se está viviendo en la actualidad la más criminal y dramática dictadura medieval del mundo presente.

 

Y protegido por ese islamismo practicado desde la más estricta lectura del Corán, se encuentra el autor de esta criminal masacre, Osama Bin Laden, al que los talibanes se niegan a entregar por la sencilla razón de que se ha limitado a cumplir lo que según los integristas es el "sagrado deber" de todo musulmán, que no es otro que asesinar occidentales de un modo indiscriminado.

 

No me cabe ninguna duda de que este atentado es el resultado de una cierta tolerancia occidental al integrismo islámico, tolerancia derivada de cuestiones puramente económicas. Si no queremos que el terrorismo integrista acabe con nosotros, nosotros deberemos acabar con el terrorismo integrista y con todos aquellos que le protegen.

 

Como todo el mundo sabe, el integrismo islámico es la gran academia mundial para adiestrar terroristas, y el terrorismo que padecemos en España, por ejemplo, ha recibido una buena parte de su formación en campos de entrenamiento integristas de países islámicos. Una de las mejores pruebas de esto que digo es la reacción que ha tenido el terrorismo nacionalista vasco -a través de su revista "EKAITZA", de Bayona- al enterarse del atentado de Nueva York. Inmediatamente publicaron un dibujo humorístico en el que aparecían dos aviones chocando contra las torres gemelas, y una leyenda abajo que decía: "TODOS HABÍAMOS SOÑADO CON ELLO... ¡HAMAS LO HA HECHO!"

 

La organización terrorista ETA -que entre asesinato y asesinato se jacta de ser católica- ha mantenido y mantiene cordiales contactos con diferentes organizaciones terroristas del integrismo islámico, lo que sin duda significa que la razón de ser del terrorismo no es la religión sino, simplemente, el profundo deseo de las mentes más dictatoriales de dominar a las democracias del mundo por medio del terror.

 

Ahora lo único que nos queda a los demócratas del mundo es unirnos más que nunca para luchar contra el cobarde terrorismo internacional, porque todo el terrorismo es en el fondo igual, aunque su aspecto externo pueda parecer diferente. El terrorismo es el arma que utilizan los tiranos y los cobardes para luchar contra su peor enemigo: LA DEMOCRACIA.

 

Espero que este sádico ataque contra el pueblo de Nueva York, al menos sirva para que la libertad salga aún más fortalecida y para que la democracia expulse fuera de sí esos absurdos complejos que suelen impedirle responder adecuadamente a sus agresores. No es mejor democracia la que se deja avasallar por los tiranos asesinos que encarnan el terrorismo.

 

Pero los terroristas y todos aquellos que les apoyan deben saber que lo único que han conseguido con sus actos criminales es que el orgullo de ser ciudadano americano, español, francés... occidental, en suma, se multiplique y fortalezca todavía más para luchar con todas nuestras fuerzas contra la más repugnante plaga de estos últimos tiempos: EL TERRORISMO.

 

Ahora sólo me resta solidarizarme sincera y profundísimamente con el pueblo estadounidense y con los miles de familias que han perdido a sus seres queridos en este horrible atentado. E igualmente animarles a construir en ese mismo lugar otras dos torres gemelas, más altas todavía, que sirvan únicamente de recuerdo para los miles de personas que murieron el día que cambió el mundo. DIOS BENDIGA A AMÉRICA.

 


SE BUSCA A OSAMA BIN LADEN 

Sobre estas líneas podemos ver varias caras del criminal Osama Bin Laden, artífice de esta masacre de inocentes y de otras muchas más que ya ha provocado y que seguirá provocando mientras no sea finalmente detenido. Los que -como Osama Bin Laden- utilizan el terrorismo como modo de expresión ante las democracias, sólo pueden ser definidos como despreciables seres llenos de miseria moral y cobardía.

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